Nos vamos acercando a recordar el sacrificio vicario de nuestro Señor Jesucristo .
Hermosa historia escrita para ilustrar la necesidad de perdonar (San Mateo 18:23-35). Nada afecta más la vida de los seres humanos, que el sentimiento de rencor contra alguien. Dice el autor de la Carta a los Hebreos, que son como raíces que crecen en nuestro corazón y amargan nuestra vida y la de muchos (Hebreos 12:15)
Es una de las más sencillas parábolas donde nuestro buen Señor Jesucristo, pone de manera clara y directa la enseñanza del perdón. Las deudas de los protagonistas eran exageradamente distintas (164 años de trabajo versus 100 días laborales). La pregunta es ¿Cuánto le debo a Dios? ó ¿Cuánto me ha perdonado Dios? Cuando respondemos honestamente estas preguntas, empezamos a vivir otra vida, pues nos llena un sentimiento de gratitud y entonces vivimos agradeciendo siempre, aun lo más simple o sencillo que podamos recibir de Dios. Agradecemos la vida, la salud, el trabajo, la familia, la ciudad donde vivimos, etc.
La historia termina con una advertencia, como para no confundir el amor y bondad de Dios con permisividad o libertinaje. No se trata de si queremos perdonar o si queremos amar. El amor es el mandamiento más importante para la vida del creyente (San Juan 13:34-35) Y el perdón es necesario para andar por la vida sin amarguras.
Los cristianos debemos entender en estos días que Dios no nos envía a este mundo a competir, sino a compartir. No nos corresponde juzgar, sino amar. No debemos maldecir, sino bendecir.
Nos vamos acercando a recordar el sacrificio vicario de nuestro Señor Jesucristo y una vez más somos desafiados a vivir este Evangelio que nos legó. Para mostrar al mundo que somos hijos e hijas de Dios, que sabemos amar, compartir, perdonar, y que nada nos apartara de este amor que Dios nos dio a través de su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador (Romanos 8:28-39)
En la sociedad que vivimos, esta enseñanza es necesaria para avanzar en nuestra sanidad social. Ojalá podamos asumir este desafío de la Palabra de Dios y así empezar a sanar nuestras vidas, familias, ciudades y países.