Nadie puede servir a dos señores; aborrecerá a uno y amará al otro... No se puede servir a Dios y al dinero.
Algunos de los salmos hacen referencia a la prosperidad que suele coincidir con una vida ordenada. En el sentido amplio, es el Señor que concede esa prosperidad, porque todas las cosas buenas proceden del Creador como su origen. Pero no se trata de milagro ni maravilla. No es el salario místico por haberse portado bien. Es cosa del sentido común (que también procede de Dios). Si el trabajador gasta todo el sueldo en fiesta y bebida el mismo día del pago, entonces, a fin de mes, no le va a quedar. Si se abstiene, el dinero le alcanza. No se trata de recompensa divina ni castigo sobrenatural, sino de buena contabilidad.
Burlándose de la religiosidad capitalista, Janis Joplin cantaba, Señor, ¿por qué no me compras un Mercedes Benz? Una aclaración: el Padre de Jesús no promete comprarle carro a nadie. No importa que cumplas todos los mandamientos hasta el último detalle, Dios no te va a poner un exitoso negocio en la equina. No importa cuánto dinero colocas en la colecta, el Creador de cielos y tierras no te va a depositar nada en la cuenta corriente.
La prosperidad que Dios ofrece es la alegría de los lirios del campo, la libertad de los pájaros del aire, la sencillez del Pobre de Asís. Sin embargo, no faltan los que esperan su cien por uno en lucro monetario. Hay pastores que prometen eso, además, para motivar la limosna, fuente de su propia prosperidad. Si el pastor predica prosperidad, tiene que verse próspero. Así, muestra que él, también, es un favorito del dios-dinero. Así, comprueba que es competente para conseguir favores económicos en beneficio de su rebaño.
Debido a la cultura globalizada actual, el culto al dinero es por defecto la religión predominante en todo el planeta. Se disfraza de muchas otras religiones, pero la captación de recursos para consumo personal es el sentido de la vida para quienes no hayan optado conscientemente por salir del dominio del Faraón en busca del Dios verdadero en Tierra Prometida. El dinero manda con cetro de hierro. Es el criterio único para toda decisión, pública y privada. El dinero es la bandera que une multitudes. En los tiempos de Jesús, no era muy diferente, aunque el dios-dinero no se llamaba capitalismo globalizado todavía. Se llamaba el paganismo.