Yo siento muchas veces que en el día no alcanzo a hacer las cosas que quisiera hacer. Reconozco que soy un poco lenta y frecuentemente como muchos me conformo con decir ¡no tengo tiempo! Esa afirmación la escuchamos a menudo y con cierto grado de orgullo, pues así aparecemos muy ocupados e importantes.
Esa conducta no hace quedarnos en el pasado; sin actualizarnos y convirtiéndonos en analfabeto digitales, donde cualquier niño sabe más que está pasando hoy. Otra extraña costumbre que tenemos los chilenos es dejar todo para el último día y hora, por ejemplo entregar formularios a concursos, renovaciones de patentes, pagos de bienes etc. obligándonos a largas esperas. A los extranjeros le llama mucho la atención porque siempre llegamos tarde a las citas, fiestas, comidas sin tener una disculpa válida.
Cuando nos preguntan por qué somos así, contestamos sin pensar "porque somos chilenos". Quizás…no sabemos que eso es falta de educación y cortesía, no permitida en otros países, ni menos en las empresas mineras.
Recordando la Biblia, Eclesiastés nos dice que "hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo". Quizás muchos de nosotros nunca aprendimos a administrar el tiempo que tenemos. No nos enseñaron a planificar y vivimos improvisando. En estos días en que todo es tan rápido -exprés- cuanta importancia le estamos dando a nuestras familias, a las tareas que le dan en el colegio a los niños, a la recreación sana, al descanso.
Prevenimos o reaccionamos como viene cada día. Damos tiempo a las cosas más relevantes o a las que más nos gustan. A las más importantes o más urgentes. Pero ¿quién tiene más tiempo que nosotros? ¿Acaso todos los relojes del mundo no funcionan a la misma velocidad? Pensemos en nuestros amigos suplementeros, profesores, el minero, feriante, oficinista, bancario, político, supervisor, gerente, presidentes, todos tenemos el mismo tiempo.
Pareciera, entonces, que el problema no es el tiempo. Somos nosotros mismos o la forma en que empleamos este recurso, dependiendo de la importancia que le damos a las cosas. Separemos los problemas reales de los imaginarios y elimínelos porque son una pérdida de tiempo.