El cizañero
No debemos hacer eco a los cizañeros ni darles tribuna para su mala siembra. Llegará el día de la verdad.
Hay un extraño personaje en la sociedad chilena que causa mucho mal. Es "el cizañero". El que en forma permanente y reiterada anda sembrando recelos, críticas y desconfianzas. Pone en duda la honra de los demás. Cuestiona siempre las intenciones que otros tienen en sus conductas. "Algo debe estar tramando". "¿En qué cosas estará metido?" "No debe ser de los trigos muy limpios" Si otra persona tiene dinero, pregunta:" ¿cómo lo habrá logrado?" Y si no lo tiene:" ¿en qué gastará sus ganancias?" Si tiene prestigio, "es un arribista". Si practica la humildad "es muy poca cosa". El cizañero siempre encuentra algo que no le gusta en los demás. "Es bueno, es inteligente, es capaz, es simpático, pero?" Y ahí dejó ya introducido el veneno de la duda.
El cizañero podría ser rechazado en nuestra convivencia. O denunciado. Sin embargo no es así. Es al revés. Encuentra eco y aceptación. Hay quienes incluso sirven de altoparlantes para multiplicar sus chismes. Al cizañero nadie se atreve a decirle por ejemplo: "si no tienes cosas concretas que decir, quédate callado". La duda que el cizañero siembra se asume, se hace propia, se transmite, se convierte primero en rumor y después en una afirmación o certeza.
Mejor todavía, el cizañero debería encontrarse con quien lo parara en seco, diciéndole que las personas tienen derecho a su honra personal. Y que no puede tener a la gente de boca en boca. Se necesita coraje, mucho coraje eso sí, para detener este juego que parece casi como un deporte nacional.
Este deporte no es sólo nacional, Jesús contaba lo que le pasó a un hombre que tenía siembra de trigo. El enemigo malignamente vino de noche y sembró cizaña. Al brotar aparecieron ambas. Y los obreros vinieron a preguntar si se dedicaban a arrancar la cizaña. Y el dueño de la tierra les dijo: Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha. Ese es el momento para separar el trigo de la cizaña.
Vale la pena hacer el ejercicio de aplicar las enseñanzas del Maestro de Galilea a lo cotidiano de la vida. Hacer el ejercicio de no sembrar cizaña en nuestras siembras, puede cambiarle el rostro a nuestra convivencia diaria.