El paso del temporal de viento, agua y nieve aún no arroja cifras claras de daños en la provincia El Loa. Hasta ayer se conocía de 180 albergados, muchos de ellos turistas con destino a Argentina, viviendas y oficinas públicas anegadas, y mucha preocupación en los agricultores que vieron como el hielo cubría sus cultivos.
Las autoridades regionales, provinciales y comunales realizaron un completo recorrido para dimensionar las consecuencias. Pero recién en horas de la tarde de hoy se podrá conocer la real magnitud del crudo sistema frontal que hace décadas no se presentaba en la zona.
Si bien no hubo damnificados, se sabe que las viviendas de los sectores periféricos no están preparadas para soportar lluvias y mucho menos nieve, la que se acumuló en las techumbres y con el sol se deshieló y escurrió hacia las habitaciones. Así poco se puede anticipar antes de conocer detalles del informe final sobre anegamientos y secuelas en la agricultura de sectores productivos.
Pese a ello, no pocos piensan que la ciudad resistió bien, pero ese análisis se sustenta en la ausencia de mayor cantidad de albergados, sin considerar que muchas familias prefieren soportar la humedad en sus casas antes de dejarlas en manos de la delincuencia.
Tampoco se detienen en los problemas en diversos sectores, donde las calles se transformaron en verdaderos ríos y amenazaron con arrasar sus viviendas. A ello se agrega que el suministro de energía eléctrica estuvo por largas horas suspendido.
Realidad indiscutible y que alerta sobre la ausencia de planes de contingencia para evitar el colapso en calles y luz eléctrica, rasgos apreciables a primera vista y sin la necesidad de mayores análisis.
Entonces, recién podremos hablar de que Calama y la provincia soportó bien el mal tiempo cuando se conozca el número de anegados y se reflexione en el modo de hacer más seguras la ciudades, entendiendo que los embates climáticos son difíciles de enfrentar, pero que no debieran provocar mayores estragos en urbes bien equipadas.