La Palabra de Dios está llena de alusiones meritorias hacia los niños. Esto es relevante, considerando la época en que se escribe el texto bíblico, donde los niños eran considerados muy poco. Incluso mi Señor Jesucristo los llamó: propietarios del Reino de Dios (San Marcos 10:14)
Qué bueno es celebrar a nuestros niños y niñas, ojalá todo el año podamos tener hacia ellos los gestos que este día realizamos. La Biblia nos dice -a través del Salmista- que de su boca procede la mejor alabanza a Dios (Salmos 8:2) y nuestro Salvador vino en forma de un niño, para asombro de los que se consideran grandes en este mundo. También el salmista nos pide confiar en Dios, como un niño confía en los brazos de su madre (Salmo 131).
Todas las virtudes encontradas en los niños se demandan de los cristianos: pureza, alegría, asombro, capacidad de perdonar, amor incondicional, etc; así lo manifestó nuestro buen Señor Jesús (San Mateo 18:3)
Una característica importante en el Antiguo Testamento, era la forma de nombrar a un recién nacido. Los nombres eran valiosos para el pueblo judío y revelaban un aspecto importante de la criatura recién nacida. La ciencia sicológica actual también refrenda esto, y así tenemos que muchas veces, al no prestar atención sobre este punto, colocamos los nombres sin mayor atención y sin considerar su efecto en la vida de los niños o niñas que deberán vivir con ellos. Los cristianos deberíamos llamarlos con nombres que añadan bendición a sus vidas.
Los regalos son infaltables en esta ocasión, pero el mejor regalo de todos es, acercarlos a Dios, para que reciban el mejor Don que viene del cielo para nuestra salvación; que reciban a Cristo en sus pequeños corazones y así vivan y disfruten la vida abundante que Dios nos da.
Ese regalo es impagable y lo mejor es que no cuesta nada, porque ya mi Señor Jesucristo pagó el precio (1 Juan 1:6-7). Así que, celebremos, honremos y alegremos la vida de nuestros niños y niñas, porque todo lo que hagamos por ellos, por Dios lo hacemos (San Mateo 25:40)