El dicho es claro: 'que nuestros derechos terminan donde comienzan los derechos del otro'. Y si miramos desde ese punto de vista, más que de nuestros propios intereses, aún queda muchos por hacer en torno al consumo de ciertos productos que son peligrosos para la salud y que además provocan daños en quienes no lo consumen.
En el caso del cigarrillo claramente se deben seguir tomando medidas más allá de aumentar su impuesto, con el fin de evitar que otras personas se vean afectadas por este consumo.
Podrá ser polémica la ley de retirar los saleros de la mesa, porque si bien su alto consumo también es dañino para la salud, sólo afecta al que lo come y no a los que están alrededor.
Diferente situación ocurre con el cigarrillo, cuyo humo es dañino, por lo que se busca restringirlos en los estadios, parques, plazas y espacios al aire libre de uso masivo.
Nos parece una medida acertada por el respeto a quien no fuma.
Y también debieran colocarse restricciones para quienes beben alcohol en forma desmedida, ya que son sinónimo de conflictos, accidentes de tránsito, peleas, abusos y otras acciones que terminan perjudicando a quienes no consumen o lo moderan.
Creo que hemos dado pasos importantes en materia de la prohibición del cigarrillo en determinados lugares, pero aún queda mucho por hacer.
En torno al tema del alcohol también debieran buscarse soluciones para evitar hechos de sangre, como retener a quien consume en exceso.
Las medidas de desinsentivo del consumo de determinados productos dañinos debe ser mirado como una manera de mejorar la salud y calidad de vida de las personas y no de mirarlo como un tema que atentan contra la democracia o la libertad de las personas. Porque si fuera así, debiéramos permitir también el aborto, la eutanasia u otras acciones que consideramos que pueden permitirse.
La motivación de fondo debiera ser siempre proteger la salud y la vida de las personas.