A pocos días que comience la celebración de las Fiestas Patrias, seguramente muchos consumidores estén pensando en tomarse un descanso y viajar, confiando la seguridad de sus casas a las empresas de seguridad contratadas.

En este sentido, las empresas deben responder con los estándares de profesionalismo que la Ley les exige.

Es importante recordar que las empresas deben responder frente a los consumidores por todo lo que comprometieron en los contratos, en la publicidad y por la naturaleza propia del servicio.

Las empresas tampoco pueden liberarse anticipadamente de su responsabilidad. En caso de producirse un robo por su descuido, serán los tribunales de Justicia quienes determinen el alcance de esa responsabilidad, así como las sanciones e indemnizaciones si corresponden.

Es necesario que tener presente que las empresas de seguridad tienen la obligación de entregar un servicio de calidad, además deben contar con personal idóneo y respetar lo contratado y publicitado.

Si el consumidor pagó por seguridad, un sistema de alarmas, botones de pánico, acciones disuasivas o lo que haya estipulado el contrato, es eso lo que debe recibir, o de lo contrario, la empresa debe responder.

Recuerde leer y comprender el servicio que se está contratando, no firmarlo si existen dudas y requerir que todo lo ofertado por el vendedor quede por escrito en el mismo contrato.

Por último, el Sernac le recuerda a las empresas de alarmas que el Decreto Supremo N° 4167 del Ministerio del Interior, que entró en vigencia el 22 de marzo pasado, establece que los proveedores de este mercado deben velar por la veracidad de las alarmas que informan a la Central de Comunicaciones de Carabineros (Cenco); y al mismo tiempo, no pueden traspasar al consumidor final las responsabilidades derivadas por el aviso errado ni las multas asociadas a ello.

Los consumidores pueden exigir las indemnizaciones por todo el daño que les causen las empresas ante sus incumplimientos.

La realidad económica de la provincia está claramente definida por la industria minera. Por mucho que se quiera desmarcar de esta condicionante, los vaivenes en el precio del cobre, la baja en la ley de las minas de la zona y la falta de proyectos nuevos, repercuten en la vida diaria de una comuna que se ha transformado en monodependiente de la explotación del también llamado metal rojo.

Las cifras de empleo, el tránsito de pasajeros y de mercaderías, la oferta inmobiliaria y hasta las más mínimas condiciones de la economía doméstica se ven influenciadas por los valores con los que se transa el cobre en la bolsa de metales de Londres.

Claramente es una situación país, pero que se acentúan en las zonas productoras donde las principales comunas se han formado al alero de la minería, proveyendo de los servicios necesarios, especialmente, en albergue y alimentación.

Entonces cuando hay desaceleración económica quedan en evidencia los riesgos de la monodependencia.

Es por ello, que no son pocos los actores sociales que apuntan a la diversificación, la reconversión y la búsqueda de otras fuentes productivas. Pero el desierto no ofrece mucho y menos en los niveles determinados por la minería.

La agricultura en vez de crecer ha decrecido en los últimos 50 años y el turismo es una actividad en ciernes que deberá esperar varias décadas para lograr convertirse en un polo productivo como ocurre en países europeos. Entonces por el momento se tiene que ir por los ajustes que permitan superar el aplazamiento de los proyectos mineros y confiar en la inyección de recursos del Estado en la capitalización de Codelco, principal motor de la economía local, pero sí prepararse para un futuro no muy lejano.

Hoy se entiende la necesidad de aprovechar la bonanza del cobre para el crecimiento comunal, pero también es vital que se apoye con una diversificación productiva y el desarrollo de nuevas fuentes que permitan el día de mañana subsistir sin la minería. Tal vez no para la actual cantidad de habitantes, pero sí para aquellos decididos a convertir a Calama en su hogar definitivo y el de su descendencia.