Honor a la mujer
Arturo Mardones Segura,
Al hablar de la mujer no se puede dejar de mencionar la maravillosa trilogía que encierra el alma femenina, transmutada en mujer igual a esposa, madre, hija. Es la mujer hija aquella que desde pequeña protege instintivamente a sus hermanos, aquella que en sus juegos de días largos y serenos aprieta y mece sobre sus pequeñitos brazos y su tierno pecho a su muñeca, la arrulla, le habla y la cubre de trapos para abrigarla. Pues, inocentemente, se está preparando, moldeándose para su ofrenda a la vida, cuando el mañana le traiga, con música y cánticos de gloria, el goce maternal.
Cuántas mamás no escucharon con atención, aprendieron o recitaron esos versos: 'Ojitos de pena, carita de luna, lloraba la niña, sin causa ninguna'. ' Ya es madre la niña, que amó sin fortuna, y al hijo consuela meciendo la cuna, carita de luna'.
Poetas, literatos, pensadores, ha privilegiado la concepción de la mujer, con relatos emanados de pensamientos primigenios, han rendido homenaje a la mujer etérea y divina, también lo han hecho en la leyenda en la mujer amada del caballero andante, del hidalgo de la Mancha, para quien su Dulcinea del Toboso, la dama de los pensamientos, concreta todas las perfecciones morales y físicas o también en las palabras que solía decir Francisco I, Rey de Francia: un reino sin mujeres es un año sin primavera, una primavera sin flores, una flor sin aroma.
Rendimos homenaje en la persona de esa mujer de carne y hueso, en la que se inspiran nuestros afanes y también las pasiones; a la mujer que lo da todo hasta no poder más, aquella que retrata la poesía del poeta Manuel Magallanes Moure, quien en sus versos dice:
Le pedí una mirada y al mirarme/ Brillaba en sus pupilas la piedad, /y sus ojos parece que decían: /¡no puedo darte más! Le pedí una sonrisa. Al sonreírme/ sonreía en sus labios la piedad, /y sus ojos parece que decían: /¡no puedo darte más!
Le pedí un beso, ¡un beso!, y al dejarme/ sobre sus labios el amor gustar,/ me decía su boca toda trémula:/¡no puedo darte más! Le pedí una súplica suprema, /Que me diera su ser…y al estrechar/ su cuerpo contra el mío, me decía:/¡no puedo darte más'