Los calameños antiguos recuerdan con mucho cariño las fiestas juveniles las que luego se transformaron en el Verano Calameño. Allí los jóvenes que regresaban de sus estudios en otras ciudades y otros que por diversas razones estaban en la comuna se reunían y participaban de una competencia, que más allá de las ansias de ganar cultivaba la idea de compartir sanamente.

Muchas de nuestras actuales autoridades e importantes profesionales participaron de estas actividades y destacan el compañerismo que reinaba y que los hacía vivir gratos momentos antes de retomar sus estudios.

Era una verdadera fiesta y por años reunió a una multitud de adolescentes y jóvenes, pero lamentablemente con el tiempo ha perdido el fervor de antaño.

Por ello es loable la labor que realiza el municipio, los concejales y el Consejo Local de Deportes por mantener viva esta tradición. Pero más destacable aún es la participación de las agrupaciones que logran incentivar a sus asociados para estar presente en cada una de las actividades.

En la actualidad son cuatro clubes que están bregando para obtener la mayor cantidad de puntos y lograr coronar a su candidata como reina del evento. Se ha visto el entusiasmo de adultos para lograr que los menores se sumen y de esta manera cumplan buenas participaciones en las diversas competencias.

Ya no son los mismos clubes de antes. Se extraña la presencia de Unión Cobija, Orlando Latorre, Donkey Kong o Ganner, pero los actuales participantes han demostrado compromiso y alegría para poder ser los mejores. Eso ha posibilitado que hasta el momento cada una de las competencias haya resultado con éxito.

Claramente es elogiable esta participación dentro de una sociedad que está cada vez más tecnologizada y que fomenta el entretenimiento entre cuatro paredes. Hoy un importante grupo de jóvenes ha optado por salir de sus hogares y compartir en comunidad en una sana diversión.

Elogios también para los incansables organizadores como Manuel Almeida, César Aguilar y Rigoberto Alfaro.

La condición desértica en que está inserta por mandato de Dios hace de Calama una ciudad con un alto índice de polución.

Por lo mismo, cualquier acción u oportunidad que exista para disminuir sus complejos niveles será siempre bienvenida, sea quien sea su impulsor o ejecutante. Sin embargo, con preocupación vemos nuevamente el escaso interés que mostraron nuestras autoridades y organizaciones comunitarias en postular algún proyecto que permitiera acceder a los fondos que entrega el Servicio de Vivienda y Urbanismo para proseguir con la pavimentación de las calles de la ciudad y así, en el buen sentido de la palabra, vencer al desierto.

Las lecturas que se pueden hacer respecto a este desinterés pueden ser muchas. Quizás la información no ha sido de la más óptima en su entrega para generar un buen proyecto o, también, no existe un déficit de pavimentación, hecho que en el caso de Calama no tiene discusión, todo lo contrario, hay barrios donde el asfalto es una necesidad urgente no sólo para mejorar su urbanización sino también para disminuir los niveles de contaminación que genera el polvo en suspensión.

Es aquí donde los actores involucrados deben "poner las barbas en remojo" y reflexionar sobre cómo terminar con este negativo índice y aprovechar de la mejor manera esos necesarios recursos que cada año están disponibles, pero que lamentablemente como urbe no estamos aprovechando de la forma como lo hacen el resto de las comunas de la región.

La calidad de vida va de la mano de una mejor ciudad y eso sólo se logra contando entre otros aspectos con una mejor infraestructura, la cual debe partir del activo interés que demuestre la misma comunidad y la gestión que puedan hacer nuestras autoridades para conseguirla. He ahí el desafío y la motivación que debemos tener todos, sin excepción, para tener un rol más participativo y así construir una ciudad más amable y acogedora urbanísticamente hablando.