Forever Young y su música oculta
compositor. Llega la biografía de casi mil páginas que promete revelarlo casi todo sobre uno de los cantautores más esquivos de la historia del rock and roll y que formó espiritualmente a toda la nación alternativa de los 90.
Neil Young no quería que nadie escuchara sus canciones. Ni siquiera él mismo. Solo en el estudio, con los micrófonos encendidos y la cinta corriendo, podían terminarse. Comenzaban los noventas y el compositor era una sombra del discípulo aventajado -y canadiense- de Johnny Cash que irrumpió a fines de los 60.
La cocaína, problemas con el sello Geffen (lo habrían demandado por hacer música "poco comercial"), la parálisis cerebral que sufría su hijo Ben, sus peleas con todo el mundo, lo llevaron a una inseguridad musical de proporciones. De hecho, intentó grabar un disco new age tipo Vangelis y sin ironía. Estaba tan mal que llamó a su banda -Crazy Horse- y les propuso esta excentricidad de componer y grabar un disco completo en directo. Como lo hacía Bob Dylan, cuyos músicos cuentan que había que seguirlo, sudando la gota gorda, porque nadie sabía las notas del coro o el final de sus canciones.
"Cuando acabamos puede que haya, no sé, cinco fallas que tienes que arreglar y editar para que suene bien. Pero es genial", dijo Young que, a puro instinto, estaba creando "Ragged glory", disco que profetizaba el sonido alternativo que se tomó el mercado esa década. Todo gracias a un rock básico y melódico, potenciado por la distorsión de su clásica "Old black". Una guitarra Gibson Les Paul de 1953 intervenida para que sonara fuerte y espesa.
"Solo tienes una oportunidad para dar una buena impresión. Y lo digo con conocimiento de causa", dijo en una entrevista. Y sobre una canción en particular -"Love to burn"- declaró: "Trata de ese momento en que te planteas lo mucho que tienes que ofrecer; lo único que tienes que hacer es seguir abriéndote y no encerrarte en tí mismo por culpa de todas las malas experiencias, las malas noticias y todas esas historias que nos toca vivir. Hay que abrirse; ese es el trato".
La revista Rolling Stone lo llamaría "el rey del rock and roll", se iría de gira con Sonic Youth, Pixies y Nick Cave, y Red Hot Chilli Peppers y Pearl Jam se pelearían por tenerlo de maestro espiritual (ganando los últimos). Y Noel Gallagher en el clímax de Oasis, lo ubicaría en el Olimpo pop al lado de los Beatles y The Smiths
Toda esa historia de redención está prolijamente narrada en las casi mil páginas de "Shakey, la biografía de Neil Young". Editada originalmente en 2002, esta es su primera traducción al castellano a cargo de la editorial Contra.
Su autor, el periodista Jimmy McDonough, que aparece con gafas y traje de gángster de los años 30, lo conoció en esa misma época. Biógrafo de cineastas como Russ Meyer -aquel adicto a los senos y la cultura trash- o del cantante de jazz Jimmy Scott. A Young le cayó bien su carácter rudo, extremo en documentación y despojado de sentimentalismo ("Un Terminator cultural", lo describió The Times), y le pidió que escribiera el ensayo que acompañaría su caja recopilatoria "Archives". Entremedio surgió la idea de la biografía y el músico le abrió las puertas de su círculo íntimo, pasándole teléfonos y recomendándolo a colegas y amigotes de todas sus épocas. Él mismo conversó sobre su vida, que incluye pasos por los grupos country/folk Buffalo Springfield y Crosby, Stills, Nash & Young; discos íntimos como "Harvest" ( 1972) o sobre drogas como "Tonight's the night" (1976) y resurrecciones varias. Hasta que se arrepintió de revelarle tantas cosas sobre su familia.
Indignad, McDonought exigió plata. Young aceptó negociar. Cambiaron algunas partes sobre su relación con sus padres y pareja. Y se le impidió agregar nuevos detalles o extras al volumen. Y eso es lo que leemos. Entremedio, claro, sacó dos autobiografías, un disco de pura guitarra distorsionada ("Le Noise", 2010), hizo revisiones al cancionero norteamericano, profundizó su activismo medioambiental, se hizo amigo de Jack White y hasta inventó un formato de audio de alta calidad, Pono.
Sin embargo en "Shakey" (llamado así por su alter ego que hace películas) hay suficiente material: su particular sistema de vida acogiendo a músicos en problemas (que luego expulsa), su pasión por los autos, sus enfermedades, su carácter extremadamente complicado. El autor está de su parte, por cierto.
Graham Nash, colega de Young (y ex cantante de The Hollies) lo describe perfecto, ante la mirada distante del biógrafo: "Neil me da mucho miedo; no lo entiendo. No entiendo esa capacidad que tiene para cambiar de opinión de manera tan brutal (...) ¿Que si es un tipo feliz? Yo creo que no. Creo que nunca ha estado contento consigo mismo. Sabe Dios qué puede echar en falta -tiene toda la música que quiere, todo el dinero y toda la fama, todos los bienes materiales-, pero yo no creo que sea feliz. Es un individuo extraño".
Y esta tensión existencial que inunda el libro -y sus discos que alternan electricidad brutal y acústica introspectiva, experimentos e himnos pop-, es la que hace a Neil Young un bicho raro que, como "marca", suena demasiado institucionalizado para la música que toca. Su naturaleza esquiva justifica conocerlo en este libro excesivo.