Chuquicamata
En estos días Chuquicamata, pedazo de desierto, rodeado de cerros y ripios emergentes, está por cumplir cien años. En este aniversario veremos cientos de fotos en vidrios y papel , herramientas que usaron otros mineros y hoy piezas de museo, testigos de los que llegaron a este lugar cuando no había nada, ni una brizna de pasto, menos una flor, solo algunas mulas y vigilantes a caballos decoraban la inmovilidad del paisaje embrutecido por el viento.
Todos celebraremos, no sé si con alegría o nostalgia por volver a reencontrarnos en este viejo campamento que está desapareciendo tal como la gruta de la Virgen que está siendo removida de su lugar; donde muchos vecinos íbamos a orar con respeto y devoción.
En los primeros años la vida fue muy dura, muchos debían dormir con las pistolas cargadas, y como el lejano oeste aparecían los cadáveres en el camino a Punta de Rieles, controlados por el famoso policía y secretario de la municipalidad de Chuquicamata el señor Maturana, alias el "Ajicito". No había agua, ni electricidad. Los dueños Guggenheim construyeron ferrocarriles, trajeron las palas gigantes del Canal de Panamá, abrieron pulperías, hospital, iglesia, plantaron pimientos, construyeron la plaza, clubes, y el campamento se llenó de música para que el viento la esparciera hasta donde se daban la mano la pobreza y humildad.
Miles de hombres trabajaron de sol a sol, con frío y viento. Ellos removieron las piedras para llegar a dominar finalmente al gran cerro; hoy un anfiteatro de bancos acabados. Muchos contrajeron la silicosis moliendo piedras verdes de cobre en el molino, para pasarlas a las bateas de ácidos y grandes hornos , infierno que secan los músculos de los que meten las lumas para sangrar cobre liquido. Hoy la mina a rajo abierto se agota y la subterránea la reemplazará, otros mineros llegarán, esperando que el grafeno 0no reemplace nuestro cobre como fue con el salitre años atrás .
Para los que nacimos y vivimos allá, es nuestro patrimonio, lleno de recuerdos y aunque más camiones avancen enterrando nuestras huellas; juegos, huelgas, accidentes, alegrías y fiestas, no se desaparecerán nunca de nuestra memoria.