Hoy conmemoramos la Fiesta en honor a la Virgen Guadalupe de Ayquina. La celebración que convoca a miles de fieles y de personas que apoyan las costumbres de nuestra tierra, se lleva a cabo cada año como muestra y legado del pueblo atacameño.

Apenas asumí como parlamentario, me dediqué a buscar una alternativa que permitiera a todos quienes se sienten identificados con esta festividad, a asistir sin restricciones de trabajo ni estudio al poblado de Ayquina a rendir homenaje a la chinita.

El año pasado tuvimos por primera vez el día 8 de septiembre feriado en nuestra región, gracias a la aprobación de la ley 20.771, que se inició con un proyecto de mi autoría. No obstante la declaratoria operó solo para el año 2014. Hoy lamentablemente no pudimos contar nuevamente con un día festivo, debido a que el proceso de tramitación del proyecto que establece el día 8 como feriado permanente, no alcanzó a completarse antes de la llegada de la festividad. Sin embargo tengo la convicción de que el próximo año esta fecha estará marcada con rojo en el calendario regional y las personas podrán asistir dándole vida a nuestras costumbres ancestrales.

Y es que no se trata de insistir en una idea antojadiza o de aprovecharse de tener un día festivo, el feriado es importante en ámbito de organización, de modo de satisfacer las necesidades de aseo, salud, seguridad y ordenamiento vial. El año pasado la fiesta contó con la presencia de 60 mil personas, según las autoridades locales, por ello es necesario que servicios públicos, policías, y otros organismos, planifiquen su accionar con antelación y mantengan su apoyo para el correcto desarrollo de la festividad y la asistencia de los fieles y visitantes.

Por otro lado las cifras reflejan, sin lugar a dudas, un incremento significativo en los rubros de comercio y turismo en la zona, y hacen presente el compromiso que mantiene la gente con las tradiciones de los pueblos originarios, las que se replican de generación en generación y permiten formar nuestra propia identidad, cultura y patrimonio histórico.

Nuestros esfuerzos están enfocados ahora en lograr el anhelado feriado permanente y consagrar la conmemoración a la Virgen de Ayquina en la Región de Antofagasta, de cara al resto del país.

Marcos Espinosa Monardes,

Diputado

La emergencia sanitaria que se vivió en Ayquina, vuelve a poner de relieve la necesidad de mejorar los servicios básicos del poblado para atender de buena manera a los miles de fieles que llegan cada de septiembre a celebrar a la Virgen de Gadalupe. Si bien el reciente problema con el alcantarillado pudo ser resuelto en pocas horas, dejó en evidencia la precariedad del sistema rural.

Sabido es que el esfuerzo del municipio y los propios comuneros chocan con la traba legal de la propiedad del territorio. Gran parte de este santuario se emplaza sobre una superficie perteneciente a privados, principalmente compuesto por familias que habitaron el sector.

Entonces los fondos públicos no pueden llegar a sitios privados y ello imposibilita el financiamiento de proyectos de adelanto. Hasta hoy los avances se han logrado gracias al esfuerzo de la comunidad ayquinieña y los alcaldes de turno quienes saben que es necesario trabajar en conjunto para amortizar los problemas.

Pero estas alianzas no pueden sostener el peso del financiamiento de obras como un plan de alcantarillado, agua potable y energía eléctrica.

Por esta razón, es urgente que sea la misma comunidad que se reúna y busque abrirse a una solución. Ya se ha planteado la posibilidad que los terrenos queden en poder de la comunidad y no de personas o familias.

Hay estudios legales y avances al respecto y es posible que en el mediano plazo, previo a litigios se logre una solución que pueda ser satisfactoria.

Convenido eso, restaría la labor municipal y el apoyo del gobierno regional para desarrollar los proyectos necesarios para el progreso de Ayquina. Pero un progreso que vaya de la mano con la identidad y con las características de un pueblo-santuario que se debe proyectar más allá de la fiesta religiosa.

El fructífero diálogo entre las autoridades y la comunidad será vital para encontrar las mejores alternativas de desarrollo y de crecimiento para un sector de gran valor patrimonial y religioso de la comuna, que hoy parece olvidado.