El 3D debutó en un cine de Los Angeles en el año 1922, alimentando el asombro que por entonces existía frente a las magias del cinematógrafo. Como en un ritual ocultista, los espectadores tuvieron que colocarse unos raros anteojos de colores verde y rojo para presenciar cómo la realidad se les venía encima.
El truco era simple. Consistía en usar dos proyectores y separar la imagen mediante los colores de las gafas, logrando así que cada tonalidad fuese captada por solo uno de los ojos. Un ingenioso experimento de ilusión óptica que en esa prueba iniciática fue aplicada a una película que no estaba a la altura de las circunstancias: "The power of love", melodrama romántico cuyas copias hoy se encuentran perdidas. Luego vino la crisis económica de 1929 y el 3D quedó interrumpido, hasta que la Metro Goldwyn Mayer lo retomó en 1934.
el director robert zemeckis regresa con un filme que justifica absolutamente el uso del 3d.
en resumen
A los 63 años de edad, Zemeckis ha enfrentado desafíos cinematográficos con películas como "Forrest Gump", "¿Quién engañó a Roger Rabbit?" y la saga de "Volver al futuro", entre muchas otras.
Por Andrés Nazarala R.
No deja de ser curioso que haya costado tanto inventar una tecnología que nos permita ver como lo hacemos cotidianamente fuera de la pantalla. Esa posibilidad de hiperrealismo fue la que probablemente cautivó al Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels para divulgar en 3D las supuestas bondades de la Alemania nazi. Nadie hubiese sospechado que tras su torpe irrupción inicial, la tridimensionalidad adquiriría ribetes demagógicos.
Hoy, tras décadas de ensayos y errores (¿cuántos nos sentimos estafados con los paupérrimos efectos de "La muerte de Freddy"?), el 3D adorna más de la mitad de las películas que llegan a salas, perdiendo el sentido y la mística de antaño. Al igual que un paquete de cabritas, la tridimensionalidad no es más que una opción de consumo que poco hace por la experiencia cinematográfica.
Hasta que llegó Robert Zemeckis para dar un golpe sobre la mesa. El maestro en entretenimiento, que en "Volver al futuro 2" imaginó un 2015 marcado por la conquista definitiva del cine tridimensional (la famosa escena de la secuela de "Tiburón"), regresa ahora con un filme que justifica absolutamente el uso de la tecnología.
"En la cuerda floja", estrenada en cines chilenos el jueves pasado, recrea la proeza del francés Philippe Petit, quien en 1974 cruzó las Torres Gemelas, que estaban a punto de ser terminadas, haciendo equilibrio sobre una cuerda a 100 metros de altura. Entonces, nadie alcanzó a registrar en video los 40 miunutos del cruce. Aunque disecciona sus motivaciones y nos cuenta los detalles de la aventura, el verdadero interés de Zemeckis pareciera radicar en el desafío de reproducir la experiencia final con realismo y detalle, subir al espectador a las alturas y hacerlo cómplice de una locura. El resultado es asombroso, incómodo, vertiginoso. El 3D, por fin, se ha convertido en protagonista.
fotograma de en la cuerda floja