A pesar de los siglos transcurridos, aún no han podido hacerse realidad las doctrinas predicadas en el mundo por un hombre que sembró sobre la faz de la tierra la paz y la justicia. Lamentablemente, no obstante su influencia pacífica, se han suscitado guerras y revoluciones, y el mundo entre ciclos de evoluciones que debieran certificar su avance en el campo de la cultura, se destruye día a día.
Aún cuando numerosos gobernantes, representando un vasto sector de la humanidad, piden que reine la paz en el mundo, y que se gobierne con fraternidad y justicia; existe la persecución entre los hombres y la tierra arde y se consume, bajo el fuego destructor de la intolerancia.
¿Por qué no es posible vivir todos en paz? ¿ si nuestro alero es un cielo común y nuestro calor vivificante es un mismo sol? Sería maravilloso que para la obtención de esta paz a la que todos aspiramos, todo hombre cualquiera que sea su nacionalidad y lugar del mundo en que se encuentre, aleje de su pensamiento la codicia, la envidia y el orgullo; como también la obstinación y la altanería; apreciando en justa medida lo que nos rodea, admirándolo con humildad y sencillez, como la obra magnífica del Gran Hacedor.
De este modo encontraremos en camino para vivir juntos, con amor, bajo un mismo cielo, en una misma tierra, una misma patria, un mismo universo con ideales comunes de convivencia social y habremos logrado la paz que deseamos.
Esa paz tan anhelada, que faltando en la estructura básica de la humanidad, muchos hogares se destruyen día a día, sin tener conciencia de la responsabilidad y la importancia que tiene el mundo, la materialización de este sentimiento de amor, que las familias angustiadas imploran.
Esa paz que los hijos necesitan para su pleno desarrollo, esa paz que cada cual reclama para efectuar un fructífero trabajo, esa paz que es tan necesaria para llegar al lecho, que tiene la virtud de dejar con tranquilidad en la almohada pensamientos, proyectos y esperanzas; cuando nos hayamos dormido sin el golpetear en la conciencia de nuestra actitud diaria egoísta, envidiosa o desleal, habremos logrado conciliar un sueño tranquilo y profundo y principalmente habremos logrado nuestra paz interior.
Arturo Mardones Segura,
Rotary Club Chuquicamata