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Hoteles para mascotas son cada vez más populares en Calama

NECESIDAD. Una ayuda para aquellas familias que saldrán de la ciudad por algunos días y quieren asegurarse del bienestar del perro.
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Irene Cereceda Ramos

Hace algunos años que en la ciudad empezaron a proliferar diversos servicios para las mascotas, que son consideradas un miembro más de las familias. Peluquerías caninas y ventas de accesorios, entre otros fueron abriéndose en distintos puntos de Calama y junto a ello, los llamados hoteles para mascotas.

Muchos de estos se encuentran instalados en clínicas veterinarias, mientras que otros bajo los cuidados de las mismas peluqueras que los atienden durante todo el año. Pero ¿cuál es el valor actual de estos hoteles? ¿Qué requisitos deben cumplir las mascotas? son algunas de las preguntas que se intentarán aclarar.

Hoteles

En la actualidad existen distintos lugares donde los loínos pueden dejar a sus mascotas durante las vacaciones. Se cobra por noche y si gustan pueden agregar algunos servicios como la peluquería, control o incluso paseos diarios.

En el hotel y peluquería canina, ubicado en la calle Ramírez, la tarifa en este lugar es de $5.000 por noche. Esta peluquería ofrece el servicio de paseos diarios que van incluidos en el valor, no obstante, cuenta que hay muchas personas que no aceptan el beneficio, ya que prefieren que no salgan del hotel para evitar cualquier tipo de problemas, como por ejemplo, la pérdida de la mascota.

Actualmente, este hotel cuenta con todos los cupos disponibles agotados. No obstante, al quedarse por distintos periodos es relativo lo de las capacidades ya que - al igual que un hotel- las jaulas se van desocupando. Para aquellas personas que, además quieren que el perro salga del lugar bañado y peinado se les cobra un valor adicional.

Por otro lado la clínica veterinaria y hotel para mascotas Animals and Dogs, es uno de los pioneros en la ciudad en ofrecer alojamiento a los animales domésticos. Su dueño, el médico veterinario, Carlos Pardo, dice que los valores pueden variar respecto de la cantidad de días que se quedarán los perros, ya que mientras más día se cobra más barato por noche.

No obstante, según Pardo, los precios no ascienden más allá de los $10.000 por noche. Carlos Pardo comenta que dentro de los servicios del hotel se encuentra la alimentación, la que en sus palabras, es de las mejores que se pueda dar a un animal doméstico.

Requisitos

En el hotel Animals and Dogs existen varios requisitos para dejar a las mascotas. "No alojamos a razas violentas para evitar cualquier peligro o problema con los otros animales dentro del hotel, como por ejemplo pitbull o rottweiler", informa el médico veterinario.

De la misma forma, no aceptan perros o gatos que padezcan alguna enfermedad y, además deben contar con todas las vacunas al día y estar desparasitados. "Somos bien exclusivos en nuestro reglamento. Aceptamos a mascotas sanas que reciben todos los cuidados pertinentes de sus dueños. Si tienen un veterinario personal anotamos los datos de él ante cualquier problema para que vengan a verlos", dice Carlos Pardo.

Al igual que los otros hoteles la capacidad de estas estancias se llenan durante el verano, sin embargo, hay un movimiento constante que permite que se vayan desocupando algunos cupos. En definitiva, una alternativa para aquellos loínos que salen de la ciudad, no pueden llevar a sus mascotas y quieren dejarlo bajo un buen cuidado.

La fórmula de Paulina Flores para aprovechar unas vacaciones cortas

La autora de "Qué vergüenza", el éxito literario del 2015, recomienda libros para echar a la maleta, series para ver, recuerda sus veranos en Papudo y adelanta sobre qué va a comenzar a escribir en marzo.
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paulina flores lleva siempre consigo una libreta donde anota todo lo que ve y que puede servir para alguna creación literaria.

Antes de las vacaciones, la joven autora tuvo tres meses llenos de entrevistas y ferias en las que disfrutó el éxito de su primer libro, "Qué vergüenza" (Hueders), que va en su tercera reedición con más de 3.000 ejemplares circulando. Entre medio tuvo que hacerse un tratamiento de conducto, estuvo algo enferma y, además, ha tenido que sacar cuentas para ver cómo se va a financiar este año. Esos cálculos parten por buscar casa en el centro de Santiago, porque quiere mudarse pronto, ahora ya. Aún vive con un room mate que conoció por internet, pero ella quiere irse a vivir sola.

Veintisiete años, mirada firme, un tatuaje ruso en el brazo derecho, hombros siempre erguidos y sombra de ojos coludida con el tono de sus aros, la escritora salta directo a su preadolescencia cuando escucha la palabra vacaciones. Se sitúa en La Serena, Guanaqueros y Papudo, y ahí se detiene en la imagen de casa del Tío Chobi, un amigo de infancia de su mamá. No recuerda el apellido de Chobi, pero sí que tenía como diez hijos. "Alojábamos como tres familias, era muy entretenido. Dormíamos primo con prima, matrimonio con matrimonio. Era lejos de la playa. Si éramos muchos, acampábamos en el patio. Lo pasábamos muy bien, me gustaba mucho Papudo. Íbamos en enero. En Guanaqueros era en camping, esa es mi playa ideal: vacía, en enero, sin mucho revuelo", dice Flores.

-¿Un escritor tiene vacaciones?

-Tengo dos respuestas. La primera es que el escritor siempre está de vacaciones, porque hace lo que le gusta. En mi caso, yo hago lo que amo y poder hacerlo es como siempre estar de vacaciones, es no estar obligada a trabajar en algo que no me gusta o tener un horario terrible. Igual tengo que trabajar y mantenerme para poder escribir, pero en general trabajo hasta la una, las dos en el colegio (hace clases en el Nueva Bilbao) y tengo toda la tarde libre para leer y escribir. No tengo el estrés normal. Pero por otro lado nunca estoy de vacaciones, porque siempre estoy pensando en historias, en proyectos a futuro, es algo de lo cual uno no se libera fácilmente. En el verano, cuando tengo vacaciones, es cuando más tengo espacio para avanzar en lo escritural, para revisar, corregir.

-Recomienda un par de libros para leer en verano.

-Antes, un comentario: el otro día leí un libro de Lorrie Moore en el que se burlaba un poco de la gente que estaba en verano en Cancún leyendo el último libro sobre el Holocausto, para darle un poco de seriedad a su vida plácida. Me hizo mucho sentido, como que lo he visto harto: la gente se va a la playa para leer puras atrocidades, típicos libros de tortura. Es gracioso que traten de hacer serio un paseo que no tiene tanto de eso.

-Los libros.

-Libros... es difícil para mí, porque siempre estoy leyendo, no entiendo bien el concepto de leer en verano. Claro, la gente tiene más tiempo y está esa imagen paradisiaca de leer acostado en la playa, que al final es súper incómodo, porque se te mete la arena entre las hojas, los libros te quedan grandotes, se abren. No es tan cómodo como parece, pero puedo recomendar "Gracias por la compañía", de Lorrie Moore, y un libro que estoy leyendo y se llama "Eros". Es de una poeta gringa, Anne Carson. Habla del eros, del deseo, de por qué a uno le gusta que el deseo no sea pura satisfacción, sino que haya una ausencia. También algo de Murakami (Haruki), siempre es muy entretenido. Puede ser "Kafka en la orilla". Tiene esto que uno quiere hacer en las vacaciones: desconectarse, vivir la soledad, la lejanía, hay algo de eso que tiene que ver con las vacaciones. Y uno que salió recién, del poeta Juan Santander Leal, se llama "La destrucción del mundo interior". Recomendable a ojos cerrados.

-¿Asocias viajes con libros?

-Las veces que he viajado he tenido la pésima idea de llevarme libros enormes, como "Los detectives salvajes". Me fui a mochilear con él, quería dármelas de detective salvaje. Fui al norte, a San Pedro de Atacama, Antofagasta, con mi pololo de entonces.

-Recomiéndame otro para viajes.

-Juan Pablo Meneses tiene un libro muy bueno que puede hacerle sentido a la gente que viaja, se llama "Una vuelta al tercer mundo", habla de puras situaciones tercermundistas, freak o particulares que a los gringos les encanta ver en lugares del tercer mundo. Es entretenido, hace una crítica bien fuerte a ese pensamiento.

-¿Cuáles han sido tus mejores y sus peores vacaciones?

-Las mejores fueron cuando era chica, cuando iba a Papudo. Me acuerdo que había cierta precariedad, dormíamos todo juntos, pero la familia donde nos quedábamos (la del Tío Chobi) era muy feliz y muy unida. Mi familia era más solitaria, no era de chistes, no era tan graciosa. Había un edificio grande, el típico edificio verde de Papudo. Pasábamos por abajo y arriba tenían de estas cosas que se mueven, las campanas de viento, y era muy lindo, pasaba toda la familia y las mirábamos. En ese tiempo fui muy feliz, jugábamos a las cartas, todo ese tipo de rituales que uno hace cuando es chico. Después vinieron las peores, cuando estaba en la adolescencia y era terrible para mí irme con mis papás. No pegábamos nada, yo quería quedarme aquí con amigos y no me daban permiso. Fueron complejas, porque yo estaba en toda la adolescencia rebelde y ellos eran muy estrictos.

Antivacaciones

Buenos Aires fue el primer viaje importante de Paulina Flores. Estaba en primero de universidad. Le tomó el pulso a la ciudad y quería vivir allá para siempre. A eso Paulina le agregó los libros, que entonces costaban la mitad que en Chile. "Salíamos toda la mañana a comprar libros. Después almorzábamos y hacíamos algo más turístico", recuerda.

-Sueña tus vacaciones imposibles.

-Como que ahora nada es tan imposible... soy la antivacaciones, me gustaría ir a una ciudad, a Nueva York, y no he podido. Se ha vuelto un poco imposible en el sentido que no he tenido las lucas para ir y me encantaría conocer la ciudad, conocer un poco el imperio, Estados Unidos.

-¿Qué harías si tuvieras mucho dinero?

-Me iría a vivir a Nueva York. No para siempre, pero por lo menos un par de años.

-¿Para qué?

-Leer. Me gusta mucho la literatura gringa, trataría de leerlo todo. Me encantaría viajar al sur de Estados Unidos, conocer las casas de los escritores que me gustan, de Flannery O' Connor, de William Faulkner, ir a Orlando a la casa de Jack Kerouac. Todos esos como mitos gringos me gustaría conocerlos. Yo leo muchas novelas del sur de Estados Unidos, es un lugar que no conozco, pero del cual sé mucho. Y en Nueva York está lo de las series, iría a tomar a la cafetería de Seinfeld, haría todos esos rituales de la cultura popular.

- Suena a que la playa definitivamente es pasado para ti.

-Antes de ir al Caribe y estar acostada, preferiría estar recorriendo la ciudad.

-¿Tomas sol?

-No, porque hace mal. En la playa parezco musulmana.

-Un escritor, ¿come helados?

-Sí, en mi caso tengo una gran respuesta para eso: el único helado que me gustaba cuando chica era el de lúcuma. En un momento dije "no puede ser, tengo que probar todos los helados del mundo". Los probé todos y me di cuenta que no eran tan ricos, entonces volví a comer solo de lúcuma. Si hay dos sabores, siempre lúcuma primero, cosa que esté la lúcuma al final del cono.

-Faulkner dijo que amaba los libros que le habían dado más trabajo. ¿Qué te pasa a ti?

-Es importante arriesgarse siempre. Ahora quiero hacer algo muy distinto a lo que escribí en "Qué vergüenza", el primer libro. Ya le tomé la mano a ciertas cosas, voy a tener que arriesgarme con otras. En el libro de cuentos podía pasar de un cuento a otro, eran nueve. Podría decir "este lo voy a narrar en primera, el otro en tercera, después en la voz de un hombre, otro en la de una mujer". Tenía pequeños desafíos en cada cuento. Ahora la novela va a ser una sola. Ahí está la gracia de escribir. Siempre sientes que hay algo que en el siguiente libro puedes hacer mejor.

-¿Se puede saber sobre qué vas a escribir tu novela?

-Sí, es una distopía que tiene que ver con el Alzheimer, quiero escribir sobre eso. Me parece interesante, las distopías son sociedades no utópicas. Hay un escritor japonés, Kazuo Ishiguro, que ocupa mucho la distopía para reflexionar socialmente, no a nivel de panfleto, sino sobre temas importantes, como la humanidad y la sociedad. Me ha encantado su estilo, uno no se da cuenta, pero es un poco lo que hace Kafka: relata con tal naturalidad que caes redondito. Él lo hace también con los sistemas distópicos, sociedades que nunca existieron, pero calzan súper bien. Este mes me voy a quedar en Santiago, quiero ponerme a escribir en marzo, así que febrero va a ser de ver muchas películas como referencia y de leer libros que me lleven a ese tema.

-¿Qué echas en tu maleta?

-Llevo mucha ropa, porque cuando viajo me gusta sentirme que estoy en un lugar muy bacán. Llevo tenida para la mañana, para la noche y para salir. Viajo con libros, como cuatro, y no tengo Kindle. También llevo muchos aritos. Todo lo que no hago en Santiago, vestirse bien, arreglarse, en vacaciones lo voy a hacer, sobre todo si voy a Buenos Aires. Me gusta sentir que estoy fuera, como en un evento especial. En mi caso es más lo que se me olvida llevar: nunca llevo pijama, siempre me faltan cosas muy necesaria: la toalla, el cepillo de dientes, es un caos, tengo que andar comprando. Lo que ahora siempre llevo son tapones pata los oídos, eso lo aprendí, porque tengo problemas para dormir. Y pastillas llevo muchas, porque siempre me enfermo de la guata o me da alergia.

-Inventa la trama de un cuento on the road.

-Una vez se me ocurrió una idea, era muy romántica y tenía que ver con un bonsái, pero ya había un Bonsái (de Alejandro Zambra). Era de unos pololos que se iban a mochilear, tenían un bonsái y se lo dejaban a un amigo para que lo cuidara. En el viaje, el hombre moría y el amigo al final tenía que hacerse cargo del bonsái y de la chica.

-"Qué vergüenza" trae un cuento sobre vacaciones.

-Sí, se llama "Últimas vacaciones" y se trata de un niño de once años que se va de vacaciones con su tía. Él viene de una familia totalmente disfuncional: papá preso, mamá alcohólica, vive con su abuela, y la tía se lo lleva para darle una alegría, mostrarle otra realidad. Él se enfrenta a eso, al quién es y al quién puede ser. Van a La Serena, con sus primas, y ahí conoce a una de las hijas de su tía y tienen una relación muy íntima. Leen juntos, hacen esta especie de ritual de lectura y él descubre la literatura en el sentido de que lo desafía. Esto es contado cuando él ya es adulto. Son sus últimas vacaciones, porque después nunca más vuelve a ser el mismo, después la vida parece hacerse más dura.

POESÍA y CINE

Cuando escribe, Flores fuma harto. Lucky click, no otro. En el tiempo normal, cuando trabaja, no fuma tanto. Sale a trotar tres o cuatro veces a la semana y en estos días está aprovechando las carteleras culturales gratuitas del verano y de ir a tomarse algo al Parque Bustamante. Algunas tardes se las ha dedicado a su amiga Romina Reyes, también escritora. Ver a otros amigos es algo que Paulina pretende hacer en lo que queda de febrero. Su pololo publicista tiene una banda, Curasbún, y también a él le debe un poco de tiempo, aunque le dedica todos los fines de semana.

-¿Qué has hecho este verano?

-Llevaba tres días de vacaciones y me obsesioné con una serie, "Making a murderer", me aguanté el calor encerrada en mi pieza. Es para mamarse una hora de alegatos judiciales, pero los abogados son bacanes, te sientes en la Grecia antigua. Y estoy aprovechando de ir al cine, porque están llegando las mejores películas ahora. "El renacido" la fui a ver dos veces. También una de Brad Pitt y Ryan Gosling, sobre la crisis inmobiliaria ("The big short").

-¿"Los 8 más odiados", de Tarantino?

-La vi, pero no me gustó. Es como que Tarantino hubiera hecho una película de Tarantino.

-¿Qué sería de ti si no fueras escritora?

-No sé, quizás algo no muy lejano, hacer clases, sicología.

-¿No te ves en política?

-Renuncié a eso, ser escritora es renunciar a esa parte política, uno tiene que ver las cosas de manera más amplia. Por ejemplo, odio al chileno aspiracional, pero tengo que entenderlo. El bien común es medio sacerdotal, y yo me escapo un poco de eso.

-¿Cuántos libros se pueden leer a la vez?

-Yo puedo leer de varios, ahora estoy leyendo cuatro. Es bueno hacerlo. Lo que yo hago es leer después de almuerzo uno, en la mañana otro, en la noche otro. Soy muy estricta, me divido el día por libro. Y es bueno de repente tener un libro corto, de cuentos o de poesía, cosa de leerlo en cualquier momento. Leer poesía hace muy bien.

-El lector chileno tiene una distancia enorme con la poesía.

-Es una cosa medio mundial.

-¿Qué está pasando, Paulina?

-Ni idea, al comienzo parece que es más dificultoso leerla. A lo mejor tiene que ver con algo ideológico, porque la poesía puede ser mucho más rupturista o antisistema. Pero es muy bueno leerla, de un tiempo a esta parte me he obligado y es como otra forma de pensar, es muy enriquecedora.

los aros abundan en las maletas de viaje de paulina flores.

tatuaje ruso en el antebrazo, un sello de la escritora.

Por F. G.

Paulina Flores tuvo una semana de vacaciones. Fueron vacaciones entre comillas, porque nunca dejó de pensar en la novela que comenzará a escribir en marzo y tampoco dejó de tomar notas en una libreta que siempre lleva en su cartera para registrar todo lo que pueda servir de insumo para un relato. Es parte de su trabajo.

"Yo amo lo que hago y poder hacerlo es como siempre estar de vacaciones, es no estar obligada a trabajar en algo que no me gusta o tener un horario terrible".

dinko eichin frost / LUGAR: THE SINGULAR SANTIAGO Hotel www.thesingular.com

dinko eichin frost

"Este mes me voy a quedar en Santiago, quiero ponerme a escribir en marzo, así que febrero va a ser de ver muchas películas como referencia y de leer libros".

dinko eichin frost

Servicios turísticos deben renovar sus datos online

PLAZO. Vence el 31 de marzo y es obligatorio para alojamiento y turismo aventura.
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Con el fin de mantener el Registro Nacional de Prestadores de Servicios Turísticos de Chile actualizado, el Sernatur realizó un llamado a los más de 14.000 servicios que ya son parte de la oferta formal y oficial del país, para que actualicen la versión digital de sus respectivas patentes en el sitio web del servicio mediante el link http://registro.sernatur.cl. El plazo vence el 31 de marzo.

El Director Nacional, Omar Hernández, destacó la importancia de realizar este trámite, destacando que "el registro es una herramienta que nos permite identificar oficialmente las actividades formales que se desarrollan en el turismo nacional, de allí la importancia de mantener actualizado este registro con toda la documentación al día".

De esta manera, el prestador que mantenga su patente actualizada en el registro nacional, se mantendrá visible en el buscador de servicios turísticos que dispone Sernatur en su sitio web y el cual le facilita la búsqueda a aquellos turistas que están planificando viaje y cotizando qué tipo de servicios tomar mientras dura su estadía en el destino a visitar.

Para realizar el trámite, los interesados deben ingresar a la página indicada y realizar el proceso respectivo. Una vez concluido, el Sernatur tiene cinco días hábiles para revisar el documento, aprobarlo y efectuar las observaciones, según corresponda.

En caso de que el prestador no pueda realizar el trámite en línea, puede dirigirse a la oficina regional del Sernatur, con la copia en papel del documento para ser asesorado en este proceso por el personal.

Desde el Sernatur recalcaron que el registro es obligatorio para servicios de alojamiento y turismo aventura y voluntario para otros prestadores.

"Últimas vacaciones"

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Lo que voy a contar sucedió el último verano de mi niñez, o lo que yo entiendo por mi niñez, como un estado inconsciente e instintivo, justo antes de que mi vida cambiara o tomara un rumbo definitivo. Antes de que mi hermano mayor perdiera su pie izquierdo, me fuera a vivir con mi mamá, dejara el liceo y que el resto de los hechos siguiera el camino que hizo de mi vida lo que es. Un destino evidente para todos los que me rodeaban -y que no consideraban nada bueno-, pero que, al final, fui yo quien decidió tomar. Por eso es que tiene sentido para mí contar las vacaciones de ese verano. Creo que fueron ellas las que, en gran medida, aunque también inconscientemente, moldearon mi decisión.

Hablo de las vacaciones de verano del 2010, cuando tenía diez años, y que pasé en La Serena con mi tía Verónica y sus dos hijas, Camila y Javiera.

La Serena: ahora me parece el nombre más increíblemente adecuado para los días que pasé allí. La primera imagen que se me viene a la cabeza es la de estar flotando en cal- zoncillos en las aguas más tibias que hubiera probado, contemplando el cielo y el imperceptible desplazamiento de las nubes. Serenidad, al igual que otras palabras similares, era un espacio vacío en el diccionario de mi vida.

Hasta antes de ese verano pasé mi niñez sin paradero fijo, viviendo entre la casa de mi mamá y la de mi abuela. Mi mamá era dueña de un departamento de los blocks de la población Parinacota, en Quilicura. Una vivienda social pequeña -que el gobierno le cambió por una libreta de ahorro con ciento cincuenta mil pesos-, en la que casi nunca había comida ni agua; robaron la cocina y las cañerías durante unas semanas que pasó abandonada. Así que vivíamos ahí por las noches, cuando no había hambre o necesidad de bañarse, y el resto del tiempo en la casa de mi abuela. También me quedaba con mi abuela los fines de semana o los días que mi mamá se desaparecía. Algunas veces junto a mi hermano mayor, el Mauri, pero la mayoría del tiempo solo, porque mi hermano también había comenzado a desaparecerse sin avisar. A mi abuela le decía "mami" y a mi madre le decía "mamá", y lo mismo con mi abuelo y mi padre, aunque a mi papá, preso desde que yo era una guagua, prácticamente no lo conocía.

Mi mamá y mi mami. Ambas me querían, pero eran mujeres duras. No podías imaginarlas susurrando. Mi abuela era una mujer gorda y con cara de turca. Toda su vida trabajó como feriante y de vieja vino a convertirse en evangélica. Trataba a mi mamá de "esta" o "la tonta", y decía que era su castigo -aunque nunca mencionó el motivo de tal condena. Solía contar su concepción como el presagio de su desgracia: tras cinco hijos y ya vieja para tener otro, quedó embarazada luego de que los antibióticos, que tomó por una pésima extirpación de las muelas del juicio, anularon los anticonceptivos.

Mi mamá se llamaba Karen, era morena, de pelo negro crespo y ojos achinados. Su cuerpo flácido, y su rostro arrugado y lleno de manchas, la hacían ver como una mujer de cincuenta años, pese a tener poco más de treinta. Mi abuela decía que no tenía derecho a quejarse, dada la mala vida que había llevado. Se casó a los diecisiete, tuvo dos hijos y los abandonó, luego conoció a mi padre y me tuvo a mí.


"Qué vergüenza"

Hueders

224 páginas

$10.000

La primera imagen que se me viene a la cabeza es la de estar flotando en calzoncillos en las aguas más tibias que hubiera probado.