Se ha preguntado alguna vez por el origen y recorrido que ha seguido una pintura famosa. Alguna de ellas puede ser protagonista del robo de arte más grande de la historia, que se dio bajo la expansión del régimen nazi en Europa.
Según expertos que han investigado este saqueo y la forma en la que se relaciona con el Holocausto, fueron más de 600.000 las obras que cambiaron de mano de forma irregular entre 1933 y el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. El destino del 90% de estas piezas sigue siendo un misterio.
A partir de la década del 90 el tema adquirió especial notoriedad, especialmente en Europa y Estados Unidos. Pero hasta el momento un capítulo inexplorado de la historia es el que tiene que ver con América Latina, donde hay varias claves que permiten comprender lo que pasó con el valioso botín.
La azarosa ruta que siguieron las obras de arte robadas por los nazis a través de la región mezcla historias de ambición, espías, contrabando, intrigas, listas negras de galerías, comerciantes y coleccionistas. Tiene como protagonistas desde un Presidente y prestigiosos museos, hasta ministros, delegaciones diplomáticas, profesores y cientos de refugiados que huyeron dejando todo o transaron con el enemigo por salvar sus vidas.
También hay condesas y duques del pasado que hoy reclaman obras de arte que hicieron parte de una gloria que les fue arrebatada. Así se evidencia en cientos de miles de documentos desclasificados que incluyen interrogatorios, inventarios hechos por los mismos nazis y cruces de correspondencia. Documentos que por años se mantuvieron secretos y hasta el momento nunca se habían abordado desde una perspectiva latinoamericana.
Gracias a los interrogatorios hechos por militares de los países Aliados a cargo de la recuperación del arte perdido, se comprobó que los contrabandistas usaron además ciudades de México, Cuba, Brasil, Argentina, Venezuela, Chile, Ecuador, Colombia, Perú y Uruguay, entre otros. Una vez allí, se establecían los contactos para las transacciones, la mayoría de las veces con prestigiosas galerías o museos principalmente de Nueva York, entonces el epicentro del arte en América.
En una comunicación del 2 de noviembre de 1943 entre Sidney D. Markman y W.B. Dinsmoor (ambos profesores e investigadores estadounidenses expertos en el mundo del arte, arqueología, historia y arquitectura), el primero le dice al segundo que aunque duda "que muchas de las obras europeas robadas terminen en colecciones de museos de Latinoamérica", tiene la certeza de que un grupo de esas pinturas "se mantiene en algún lugar de Colombia" y le habla de un marchante de arte que "aparece y desaparece de Panamá y tiene conexiones directas con Argentina", además de que califica a la mayoría de comerciantes de obras de arte que están en la región como "menos escrupulosos" que los de otras latitudes.
La comunicación hace parte de los archivos de la Comisión Roberts, creada en junio de 1943 por el gobierno de Estados Unidos para la protección y recuperación de obras de arte en zonas de guerra, que en diciembre de ese año se complementó con la creación de un grupo de soldados británicos y estadounidenses que trabajó con ese mismo fin en el campo de batalla, y en el que George Clooney se inspiró para su famosa película "The Monuments Men".
Países neutrales
En medio de la guerra todo valía. Por ejemplo, el hecho de que un país se mantuviera neutral facilitaba las rutas que siguieron las obras robadas por los nazis. Hoy, con la desclasificación de millones de documentos al respecto, tanto en Estados Unidos como en Alemania y Francia, se sabe que uno de los métodos de los nazis y de los comerciantes involucrados en este descomunal saqueo era 'lavar' las obras primero en Buenos Aires o en Río de Janeiro, para luego trasladarlas a Estados Unidos, donde algunas aún permanecen exhibidas en las salas de connotados museos.
La elección de Argentina y Brasil fue estratégica, dado que ambos países le declararon la guerra al Eje faltando poco para que terminara el conflicto. En esas naciones durante su 'periodo neutral' prácticamente no hubo controles que obstaculizaran la entrada de mercaderías, incluyendo las preciadas obras.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en América Latina eran pocos los centros urbanos que además de los recursos tuvieran una tradición ilustrada de consumo de bienes de esta categoría. Buenos Aires cumplía estos requisitos pues contaba con una elite muy rica a la sombra del comercio de granos con Europa, y al tener fuertes nexos con el Viejo Continente, era común que sus ciudadanos conocieran y tuvieran arte de gran calidad. En Brasil sucedió algo similar con todo lo que significó la presencia portuguesa.
La noche decisiva
La política de expoliación y saqueo de obras de arte, la gran mayoría perteneciente a coleccionistas judíos, fue sistemática entre 1938 y 1945. "Las colecciones judías fueron los primeros objetivos, los más fáciles, pero no se quedaron en ello. Siguieron con robar las colecciones de los enemigos políticos, de los masones (...) e incluso a las personas y naciones convenientemente marcadas como indeseables para la raza superior, la raza aria", se lee en uno de los informes desclasificados sobre el tema, que hoy reposan en los Archivos Nacionales de Estados Unidos.
Sin embargo, ya está plenamente documentado que fue desde 1933 que ocurrieron las ventas forzosas y confiscaciones.
Pero la fecha histórica que podría señalarse como la que dio origen al saqueo de manera formal fue el 9 de noviembre de 1938, tristemente célebre como la Noche de los Cristales Rotos.
Durante un banquete ofrecido por Hitler a los más altos líderes del nazismo, en Munich, Joseph Goebbels afirmó que no le sorprendería que las ventanas de los hogares judíos se estremecieran esa noche por el asesinato, días antes en París, de un diplomático alemán. Esa fue la señal. Vinieron luego los incendios, los saqueos, la violencia en tiendas y hogares de familias judías.
Dos días después, el 11 de noviembre, se discutió por fin y de manera abierta, en una reunión de Hitler con otros miembros del partido, el saqueo de colecciones de arte que a partir de entonces se ejecutaría de manera sistemática, organizada, masiva.
La primera lista que hicieron contaba con 50 colecciones valiosas que debían ser confiscadas, todas de judíos, pero ese era sólo el comienzo. El despojo -que tenía como objetivos el enriquecimiento "moral y espiritual de la nación alemana" y el enriquecimiento material de algunos individuos, en su mayoría jefes del partido- incluyó también bibliotecas, instrumentos musicales y otros tesoros artísticos.
Miles de herederos de las víctimas han buscado y reclamado esos tesoros desde entonces en todo el mundo. Muchos de ellos se establecieron en América Latina y desde aquí han dado la pelea para que les devuelvan lo que les pertenece. La presión internacional llevo a que a finales de los años 90 se firmaran lo que se conoce como los Principios de Washington.
Este reportaje fue liderado por el diario AM de México y la plataforma de periodismo latinoamericano Connectas, en alianza con el portal venezolano Armando.info, y los diarios El Mercurio de Antofagasta y Estadao de Brasil.
Se puede revisar el multimedia completo en: http://connectas.org/arte-robado-por-los-nazis/index.html.
600.000 obras cambiaron de mano de forma irregular entre 1933 y el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. El destino del 90% de estas piezas sigue siendo un misterio.
10 países latinos, los que podrían ser más, fueron utilizados por los contrabandistas. Entre las naciones están México, Cuba, Brasil, Argentina, Venezuela, Chile, Ecuador, Colombia, Perú y Uruguay.
1933 comenzaron los saqueos, pero la fecha histórica que podría señalarse como la que dio origen formal fue el 9 de noviembre de 1938, tristemente célebre como la Noche de los Cristales Rotos