Uno de los tantos problemas que tiene Calama es el relacionado con la contaminación acústica. Una que vivimos a diario en el sector centro, pero que en poblaciones y villas se repite de la misma manera, provocando problemas de convivencia e incluso enfermedades.
Un tema que antiguamente era abordado por las autoridades de Salud hoy es parte de las tareas del municipio, quien a través de su departamento de Medioambiente, están realizando las fiscalizaciones necesarias para que se respete la norma dictada a través de una ordenanza.
De hecho desde principios de año a la fecha se han hecho 58 controles a centros comerciales y construcciones que fueron denunciados por emitir ruidos molestos.
Según los fiscalizadores municipales la recepción de los denunciados ha sido buena, y al conocer el detalle de la normativa se ciñen a ella y no vuelven a crear conflicto con el vecindario.
Situación que se ha corroborado gracias a visitas inspectivas luego de comprobar las irregularidades. La gran mayoría ha cumplido y las denuncias no se han vuelto a repetir.
Hay algunos lugares en que se ha debido ordenar una mejora en la acústica. A estos locales se les dio un plazo para realizar los arreglos y en su mayoría han cumplido.
Por ello las autoridades municipales están conformes con la inversión hecha porque permite mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Pero sin lugar a dudas la prueba de fuego para este instrumento será cuando el paseo Ramírez sea entregado en su totalidad. Sí, porque es ese lugar el que se ha caracterizado por tener una enorme cantidad de fuentes contaminantes. Desde los tradicionales locales comerciales, vendedores ambulantes, cantantes callejeros y hasta predicadores.
Han habido ocasiones en que el ruido es ensordecedor y quienes trabajan en ese sector más los transeúntes no han soportado la constante molestia. Es allí donde la fiscalización tiene que ser efectiva para que exista mayor tranquilidad en la comunidad.