Abandonar hechos del pasado no es fácil, mucho más cuando ignoramos o rehusamos aceptar que el ser humano es un ser que trasciende su propia existencia. Puede resultar complejo imaginar, la existencia de seres humanos que antes de ser concebidos, ya carguen pesada herencia, fruto de maldiciones impensadas que van más allá de lo racional.
Quizás resulta ignorante el pensar ser heredero de una herencia ignorada; más aún si esa herencia es una cadena de maldiciones. Josué después de la victoria en Jericó, pronunció la siguiente maldición: "¡Maldito el hombre que intente reconstruir esta ciudad de Jericó! ¡Pondrá los cimientos sobre su primogénito, y colocará las puertas sobre su hijo menor!" (Josué 6) el presente de Josué se convirtió en pasado y el futuro cubrió de olvido por cerca de quinientos años la que un día fue Jericó.
Luego de este tiempo, un hombre llamado Hiel reconstruyó la ciudad, puso sus puertas y murió su hijo mayor y menor. La maldición esperó paciente cinco siglos para dar a luz. (1 reyes 16:34). Abiatar, destacado sacerdote en tiempos de los reyes David y Salomón, fue expulsado del sacerdocio y murió alejado de su ministerio; la razón, tiene respuesta en la historia de al menos cien años.
Al leer las sagradas escrituras se van revelando variadas evidencias, no como una curiosidad o rareza circunstancial, sino como oportunidad divina para mirar a Jesús: "si, alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas" (2° Corintios).
La operación fe en Jesús, borra cualquier herencia impensada, direccionando el futuro generacional de hombres y mujeres, con aprendizajes distintos, caminando con visión de discernimiento, desatando entendimiento en el mirar a Cristo, anulando futuro de males que destruyen vidas inocentes como los hijos de Hiel, quien no supo entender, o bien ignoró la trascendencia de la historia. No la repitamos, aprendamos a ser libres, repudiando esa herencia, creyendo en Jesús.
Sergio Lagos Luciano,
Pastor Evangélico