¡Cómo me gusta el pan! En eso me siento tan chilena. Dicen que comimos 90 kilos por cabeza al año, siendo nuestro país el segundo consumidor a nivel mundial después de Alemania. En países africanos donde yo trabajé, en las minas de cobre de Zambia, no hay trigo y es muy caro importarlo para hacer la harina; que con agua, levadura y tiempo de fermentación se hace el pan.
Cuando América envía harina de regalo se prepara el deseado pan, guardándose en refrigeradores por meses. En países asiáticos hay bajo consumo. En Chile a pesar que existen más de 15 variedades y cada día aparecen más en los supermercados: pan francés, candeal, pita, etc., el 70% del país consume la marraqueta, conocido también como pan batido, corriente o francés. Este pan crujiente, esponjoso y de olor maravilloso que cuida el panadero cuando la masa está en el horno, es esperado cada día a la hora de almuerzo y especialmente de la once comida por mucha gente, para llevarlo a casa apenas sale caliente.
Cuando siento su aroma, es el olor que huele a mi infancia; recuerdo cuando cada día acudía a la pulpería, con mi bolsita de género a esperar que llegaran los camiones con los canastos llenos de pan recién horneado en la panadería. Entonces no me importaba, si era colisa o batido, era el pan de Chuqui, para todos "un poco llenador;" pan de batalla, que llevábamos a la escuela para el recreo, y por años iba en las viandas, de los mineros hecho sándwich con mortadela.
Hoy día cuando apareció la polémica de la eventual desaparición de la marraqueta, presentada por el presidente de los industriales del pan, todos queremos protegerla y seguir saboreándola. Entonces la Ministra de Salud negó, que este alimento estrella, esté en riesgo de desaparecer con la medida impulsada, de bajar el sodio en su preparación para proteger la salud. Aclaró "que la marraqueta sigue viva y queremos que se mantenga porque es parte de nuestra cultura chilena". El 10% de las doce mil panaderías en el país dicen que ya han reducido la cantidad de sal, pero reclaman que esto puede hacerla desaparecer; al cambiar el sabor, calidad crocante y esponjoso del pan.
Nancy Monterrey,
Escritora