El proceso eleccionario para las municipales del 23 de octubre, ha entrado en tierra derecha y no hay candidato, candidata que no aspire a mejorar la ciudad.

En Calama, de los siete candidatos a la alcaldía y más de setenta a un sillón en el concejo, todos, representando a tal o cual tienda política, ya en su condición de independiente, quieren marcar diferencia en la gestión municipal.

Y eso es bueno para todos. Es lo que necesita Calama, gente que aporte, autoridades comprometidas con la comunidad, gestión innovadora, mentalidades capaces de plasmar nuestros sueños de ciudad.

Pero molesta ver a candidatos con posturas casi de superhéroes, asumiendo la autoría de avances significativos que muestra Calama, así como de los proyectos emblemáticos que se ejecutan en distintos puntos de la ciudad.

Cito, a modo de ejemplo: aeropuerto El Loa, estadio "Zorros del Desierto", liceos, colegios técnicos, consultorios, el hospital en construcción, avenidas Balmaceda y Grau-Prat; la alta inversión vial en Alto Loa y construcción de viviendas sociales en Calama.

Otra cosa es con guitarra. Una cosa es tener buenas intenciones y otra trabajar en equipo, aunar voluntades y obtener el concurso de todos los estamentos para facilitar la concreción de los proyectos.

Hay que ser justos y dar al César a lo que es del César. Para que un proyecto pase de la idea al papel y se concrete como tal, implica mucho esfuerzo y la participación de equipos profesionales y técnicos del gobierno central, regional, consejeros regionales, secretarías ministeriales, provinciales y también comunales.

Entonces, listar en un volante de campaña las obras de Calama en términos que esto es producto de mi administración, es prácticamente una actitud que limita con la arrogancia.

Consideremos que hablar más no necesariamente implica hacer más. Es cosa de mirar aquí al lado, en San Pedro de Atacama, donde la alcaldesa Berna, sin mayores aspavientos, marca la diferencia en gestión de proyectos y con obras que están a la vista de todos.

Claudio Lagos Gutiérrez,

Gobernador de El Loa

Cuando se soñaba con tener un centro de rehabilitación de la Teletón en Calama, la mayoría lo respaldaba en la gran cantidad de loínos que requerían de su ayuda. No se hablaba sólo del esfuerzo de aquellas familias que llevaban a sus pacientes, generalmente niños, desde la capital de El Loa y sus alrededores, en viajes eternos a Antofagasta.

También se hablaba en aquellos tiempos de una cifra indeterminada, pero no menor, de niños que estaban entre las sombras a la espera de que se abriera este centro en la ciudad.

Y esto se ha corroborado a tres años del funcionamiento del Centro Teletón Calama. Sus autoridades reconocieron que a estas alturas tienen más de 500 pacientes a los cuales se les otorga 15 mil atenciones anuales. Cifras sobre la expectativa de los administradores del recinto pero a las que se ha respondido a cabalidad.

El director regional del Centro Teletón Bruno Camaggi, reconoció que en términos de captación de pacientes han avanzado bastante más rápido de lo proyectado. Confirmando, de este modo, que en la provincia la necesidad de ayuda a los discapacitados estaba oculta.

Por ello esta obra que nace de la campaña que lidera la Fundación y el animador Mario Kreutzberger, explica su existencia por sí sola. Y en consecuencia se entiende el apoyo solidario que cada año recibe y que es para la mantención y administración de los centros a nivel nacional.

Algunos creerán que el dinero sobra, pero si sólo se analiza lo ocurrido en Calama donde se trabaja con 26 profesionales y otros tantos asistentes para los 500 pacientes entenderán que el gasto operacional es alto y por ende la ayuda se vuelve escasa.

Por esta razón los loínos debieran agradecer la rehabilitación que recibe un importante número de sus habitantes, a través de la donación. Aquella que se hace cada año y que cada vez resulta más complicada entregar para que la meta impuesta se cumpla.

Pero la solidaridad de los loínos, que siempre ha existido, no puede perderse y debe seguir pese a la dificultades o estrecheces económicas. Más ahora que conocemos la loable misión de la Teletón.