Johnny Depp (53) pertenece a una casta de actores rebeldes que supieron escapar del estereotipo de galán que Hollywood tenía reservado para ellos; tipos rudos que siguieron el instinto dictado por sus propias oscuridades. Marlon Brando destruyó los encasillamientos engordando y vomitando diatribas contra la industria. John Barrymore se bebió hasta su galantería. Mickey Rourke evitó convertirse en el próximo Richard Gere recibiendo golpes implacables sobre un ring. Y Depp se ha ido refugiando cada vez más en el rock and roll que alguna vez fue su mayor vocación (su proyecto de vida era formar una banda y tocar).
Digamos que el cine se le cruzó como un accidente. Un día tuvo la mala idea de presentarse a un casting por necesidad y quedó ahí atascado, en el fango de las vanidades. La semana pasada reconoció que fue una mala decisión, que está arrepentido de haberse dedicado a la actuación.
A pesar de su incomodidad, Depp ha logrado entregarnos satisfacciones. Asumió el sarcasmo de John Waters en "Cry baby" (1990), replicando acaso su propia rebeldía adolescente desde el humor. Luego se volvió entrañable como un ser indefenso atrapado en la crueldad de los suburbios en "El joven manos de tijera" (1990), actuó bajo las órdenes de Emir Kusturica para "Sueños en Arizona" (1993), encabezó ese drama de alto vuelo titulado "¿A quién ama Gilbert Grape?" (1993) y protagonizó el western contemporáneo más fascinante de los últimos 50 años: "Dead man" (1995), de Jim Jarmusch.
"Ed Wood" (1994) merece mención aparte. En ella -una biopic sobre el que ha sido considerado como "el peor director de la historia"- replicó la artificialidad de las películas del homenajeado para armar un personaje de histrionismo sobrecargado que, pese a todo, permanece como uno de los perdedores más encantadores del cine reciente.
Esta ráfaga creativa, marcada por su resistencia a convertirse en galán y su tendencia a involucrarse en proyectos interesantes, ocurrió mientras fuera de las cámaras crecía su fama de rebelde con el corazón bien puesto. Eran años salvajes. Se enamoró de Winona Ryder y se tatuó su nombre para borrarlo años más tarde; vio a su amigo River Phoenix morir de una sobredosis afuera de su club, el Viper Room; experimentó los excesos en medio de la soledad de Los Angeles, esa ciudad que ha sido el calvario de muchos.
¿Fue el mejor actor de su generación? Es difícil determinarlo. Al igual que James Dean, el Depp de juventud está sobre el bien y el mal, porque su carisma es inmenso. Si a ratos parece un actor de pocas sutilezas es por la forma en que construye sus máscaras, extremando el esperpento, mezclando referentes inspiradores como cuando definió a Jack Sparrow ("Piratas del Caribe") a imagen y semejanza de Keith Richards. O como cuando acentuó las particularidades físicas de su amigo Hunter S. Thompson para la alucinada "Pánico y locura en Las Vegas" (1998). A Johnny nunca le interesó el realismo. Ha comulgado con el cine entendiéndolo como una realidad paralela.
Si hasta aquí esto parece un obituario es porque, de alguna manera, lo es. Algo le pasó a Depp en el paso hacia la madurez. Su desvarío juvenil se transformó en violencia de macho americano; su hastío de la industria mutó en derroche de rockstar (trascendió que gastaba más de dos millones de dólares al mes) y su carrera ha pasado a ser una seguidilla de malas películas y actuaciones estrafalarias. Depp se convirtió en un muñeco. No actúa si no hay disfraces ni maquillajes. Lo confirman "El llanero solitario" (2013), "En el bosque" (2014), "Mortdecai" (2015), "Alicia a través del espejo" (2016) y "Los piratas del Caribe: La venganza de Salazar", estrenada esta semana en Chile.
Ahora se anunció que protagonizará "El hombre invisible", gran paradoja para un actor que dejó de estar en el radar.
johnny depp protagoniza la quinta entrega de la saga "piratas del caribe".
en resumen
Javier Bardem y Kaya Scodelario actúan con Depp en "Los piratas del Caribe: La venganza de Salazar".
Por Andrés Nazarala R
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