Al inaugurar el servicio de esta columna deseo dirigir mi mirada de pastor a quienes han sido la predilección del Señor y una de mis primeras prioridades pastorales al llegar a esta querida Diócesis San Juan Bautista de Calama son: los postergados y desposeídos. Parodiando un texto de despedida del Señor en el capítulo catorce del evangelio de san Juan nos recuerda que nuestro corazón no se turbe y se arraigue en lo verdaderamente sólido, único y definitivo: el amor.
Vivimos un crudo invierno en estas latitudes andinas, y siempre las personas en situación de calle, sufren las inclemencias del tiempo. En todo el país se abren albergues temporales, y se multiplican las manos que tienden una bebida caliente, un alimento reconfortante. Mantas o frazadas que abrigan no solo el cuerpo, sino que buscan también abrigar el alma…
El Señor, es el primero que tendió su mano al herido del camino, lavó los pies de los discípulos y nos dejó en el servicio concreto, la mejor manera de manifestar el amor. Es el apóstol Santiago quien nos lo dice con toda claridad: «Si un hermano o una hermana están desnudos y no tienen nada para comer, y uno de ustedes les dice: "váyanse en paz, abríguense y coman" pero no les da lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?» (Santiago 2, 15-16).
Por eso en estos duros días de invierno, deseo motivar a los hermanos a tener gestos concretos y directos de amor, tendiendo manos y corazones para que no nos enfriemos y nos contentemos con ver sólo a los míos abrigados en el calor de un hogar, sino también organizando gestos solidarios con los que nos rodean y que sobreviven junto a nuestras familias. Multipliquemos gestos concretos de amor solidario, que nos permitirán no solo abrigar el alma sino tener un tesoro ahí donde «ni la polilla ni la herrumbre hecha a perder las cosas» (cf. Mt 6,20).
El Papa Francisco nos recordaba en una ocasión que la ayuda a los pobres, para ser verdaderamente cristiana, tiene que contar con el signo de dar «de lo mío», no lo superfluo o lo que nos sobra. No es cuestión de dar, sino de darse, y eso cambia radicalmente la mirada de la solidaridad, pues eso es lo que hizo Jesucristo.
Oscar Blanco Martínez,
Obispo de Calama