Mucho se discutió la necesidad de realizar, en las distintas instancias, Primarias abiertas para que los militantes decidieran finalmente sobre las candidaturas a los cargos de elección popular. Todos estaban de acuerdo que con ello se democratizaba el sistema y evitaba que quienes tuvieran más allegados a las cúpulas partidista o contarán con más recursos, fueran los elegidos entre cuatro paredes.
Por ello cuando se aprobó la Ley de Primarias fue aplaudida desde los diferentes sectores.
Lo negativo es que a poco andar llegó otra aprobación que vino a cambiar todo el escenario de las distintas elecciones, y ésta fue la inscripción automática y el voto voluntario.
Con ello se aumentó el padrón de electores, que no había crecido por el desinterés de los jóvenes, pero repercutió en una notoria baja de asistentes a sufragar. Sin el temor a las multas más el descrédito en el que cayó la clase política, redundó en que los votantes fueran cada vez menos.
Según las estadísticas de las últimas elecciones municipales, los votantes apenas superaron al 40% del padrón existente. Más de la mitad de los electores no votó, provocando una desazón en el gobierno y, principalmente, en los partidos políticos que buscan incentivar a las personas para que cumplan con este conocido deber cívico.
Hoy se realizan las Primarias presidenciales de dos importantes bloques como lo son el Frente Amplio y Chile Vamos. Y el temor instalado es que la asistencia a los lugares de votación sea aún menor que en las municipales, por lo antes mencionado sin contar la definición del título de la Copa de Confederaciones que disputará la selección chilena con su similar de Alemania.
Este es un factor que muchos creen influirá en el número de sufragantes, y por ello se muestran preocupados previo a un sistema de Primarias por el que tanto lucharon, y que, obviamente, debiera tener la importancia que conlleva el ejercicio de poder elegir a cada uno de nuestros representantes. Lamentablemente esta situación es cada vez menos entendida.