La vida en Kenia post bolsas de plástico
INICIATIVA. El país africano prohibió hace un mes la fabricación, importación, venta y uso de este producto, medida que el Gobierno chileno quiere implementar en las ciudades costeras del país. Esta es su experiencia.
Son varios los países del mundo que han adoptado medidas similares. Kenia, por ejemplo, lleva un mes sin bolsas de plástico y aún no tiene claro qué va a hacer: la prohibición, celebrada por los ambientalistas, es la más estricta del mundo, pero los consumidores lamentan que el Gobierno no haya proporcionado alternativas asequibles.
Aunque el Gobierno del país africano propone el uso de materiales ecológicos y reutilizables como papel manila, yute o lona, la realidad es que son demasiado caros -entre $600 y $1.842- para una población de la que buena parte vive con menos de dos dólares al día.
A pesar de los niveles de pobreza del país, la normativa contempla multas de entre $12.272.867 y $24.545.735 y entre uno y dos años de prisión a quienes fabriquen, importen, vendan o incluso utilicen las bolsas de plástico.
Esto, en un país que ocupa uno de los más elevados puestos en el ránking mundial de la corrupción, conlleva a un inevitable aumento de las extorsiones por parte de agentes de la policía.
Ciudadanía y comercio
Pese a que la Agencia Nacional de Gestión Ambiental (NEMA) tiene agentes propios encargados de aplicar la normativa, los alrededores de los supermercados están ahora más poblados de policías en busca de ingenuos usuarios de plástico.
Si la población no recibe el mensaje de quiénes son los verdaderos encargados de velar por el cumplimiento de la norma, supondrá "un impulso para pedir más sobornos", admite a la agencia de noticias EFE el director ejecutivo de Transparencia Internacional para Kenia, Samuel Kimeu.
La situación de desamparo también afecta a comercios como el pequeño puesto de verduras callejero de Diane, quien explica a EFE que ha pasado de dar gratis las bolsas de plástico a vender las de papel a 20 chelines ($120) "para sacarle algún beneficio", por lo que "la gente compra menos cantidad".
Los pequeños comerciantes han visto reducidos sus ingresos al no poder proveer a los compradores de bolsas resistentes -los propios vendedores no pueden permitírselas- para transportar pesos elevados. Otros camuflan las bolsas de plástico o los táperes desechables dentro de recipientes legales, por ejemplo, de papel.
Salm, que administra una carnicería, revela a EFE que está "negociando la importación desde China de bolsas de plástico biodegradable, que nos saldrán más baratas que las bolsas de papel".
Aunque en su negocio los clientes "están cooperando", Salm apunta que la peor parte se la llevan las grandes superficies.
La falta de previsión para adaptarse a una medida anunciada en febrero provoca cómicas escenas en diferentes escenarios, como la báscula de la fruta, donde la falta de bolsas o cualquier otro recipiente contenedor obliga a colocar el producto directamente sobre la bandeja. El resultado de esta ecuación suele ser frutas desparramadas por el suelo, desesperación de clientes y sonrojo de los trabajadores.
Mientras algunos se llevan la compra en cajas de cartón, otros aparcan sus autos en los abarrotados estacionamientos y pasan los productos directamente desde el carro al maletero.
Abinesh, gerente de uno de los supermercados de la popular cadena Chandarana, asegura a EFE que la situación les "está afectando mucho" porque "algunos clientes no quieren comprar las bolsas de papel y dejan productos en caja porque no pueden llevárselos".
"De todos modos es bueno para el medio ambiente", asume.
Y es que, según la ONU, los supermercados keniatas entregan 100 millones de bolsas de plástico al año, las que suelen ser utilizadas una vez para acabar posteriormente en zonas donde no solo contaminan el entorno, sino que los animales las ingieren, causándoles enfermedades o incluso la muerte.
Esto también supone un problema para las personas: es frecuente ver a las vacas de Nairobi pastando en zonas llenas de bolsas usadas. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, entre 10 y 15 % de los animales sacrificados para el consumo humano tienen restos de plástico en sus estómagos.
Las bolsas de plástico también sirven como criaderos para los mosquitos que transmiten enfermedades temidas en el país como la malaria o el dengue.
Pese a que Greenpeace celebra este "rayo de esperanza", recordó al Gobierno keniata el "reto de encargarnos de las toneladas de plástico que ya están contaminando el entorno", dijo en declaraciones a EFE su directora ejecutiva para África, Njeri Kabeberi.
"Pronto empezaremos a ver ciudades y carreteras más limpias. Pero un viaje de miles de kilómetros empieza con un solo paso", advierte.
El 20 de septiembre, la Presidenta Michelle Bachelet anunció que el Gobierno enviará un proyecto de ley que prohibirá el uso de bolsas plásticas en las ciudades costeras del país. La iniciativa, que ha gozado de buena acogida, abre una serie de interrogantes sobre el efecto que tendrá esta medida en la ciudadanía y en el comercio. Por lo mismo, la experiencia en otras latitudes puede entregar luces significativas.
Según la ONU, los supermercados en kenia entregan 100 millones de bolsas plásticas al año. Hace un mes se prohibió la fabricación, importación, venta y uso de estos productos.
AP Photo/Ben Curtis