En el contexto de la preparación para la visita del Papa Francisco a Chile, que tiene como lema "Mi paz les doy" y próximo a celebrar el día universal de los Derechos Humanos (10/12), resulta importante creer que la paz es un "Don" y un "Derecho" para toda la humanidad, sin distinción de géneros, razas, pueblos, culturas o creencias. En la paz se hacen posibles y culminan a la vez todos los demás derechos humanos. Pocos valores como la paz han inspirado la política y la oración, las obras de arte y las composiciones musicales, los esfuerzos personales y los sueños colectivos. Por eso está en el centro de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Todas las personas tienen derecho a una vida libre de violencia y a disfrutar de la paz, tanto en la esfera pública como en la privada. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o mal trato, inhumanos. Todas las formas de violencia contra los hombres y mujeres, los niños, ancianos y migrantes constituyen una violación a sus derechos.
Cuando hablamos de paz, tendemos a pensar sólo en una paz horizontal: entre los pueblos, razas y religiones. La palabra de Dios nos enseña que la paz primera y más esencial es la vertical, entre Dios y la humanidad. De ella dependen todas las otras formas de paz. Jesús nos enseñó que el verdadero campo de batalla, donde se enfrentan la violencia y la paz, es el corazón humano: "Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos" (Mc 7,21). Pero el mensaje de Cristo, ofrece una respuesta radicalmente positiva; él predicó incansablemente el amor de Dios que acoge y perdona, y enseñó a sus discípulos a amar a los enemigos (Mt 5,44). Cuando, la noche antes de morir, dijo a Pedro que envainara la espada (Mt 26,52), Jesús trazó el camino de la no violencia, que siguió hasta la cruz, mediante la cual construyó la paz y destruyó la enemistad.
Invitamos acoger y escuchar al Papa Francisco quien nos enseña: "Quien acoge la Buena Noticia de Jesús reconoce su propia violencia y se deja curar por la misericordia de Dios, convirtiéndose a su vez en instrumento de paz", "porque todos podemos ser artesanos de la paz". Mi paz les doy. (Jn.14,27).