La delincuencia siempre convivirá con nosotros, pero en el último tiempos todos los códigos delictuales parecen no tener ningún grado de compasión por determinadas personas y lugares, generando sufrimiento y desazón en muchas comunidades.
Por todos eran conocidos ciertos "códigos" que tenían los delincuentes tanto dentro de la cárcel como fuera de ella. Y sus acciones siempre tenían un ápice de misericordia con niños, abuelitos, lugares sagrados, colegios, entre otros.
Esta ruptura también ha obligado a la ciudadanía a tomar más resguardos y actuar con mayor violencia contra ellos, lo que está generando un aumento de la agresividad por ambas partes.
Es preocupante lo que ocurre hoy en día, como el caso de los robos a parroquias, capillas y templos de la ciudad. Son lugares de meditación, reflexión y adoración, pero también están siendo blanco de robos, sacrilegios y vandalismo.
No es menor que en los últimos meses se registren quince robos en estas comunidades católicas y también en evangélicas, y que los hechos no hayan sido esclarecidos. Es más, una feligresa encontró una de las imágenes que era vendida por un hombre en la calle, la compró y la volvió a llevar a la capilla.
Esto demuestra que los delincuentes actúan sin ningún temor, generando incertidumbre en la población que no ve resueltos estos hechos. Y por el contrario, ha tenido que enrejar estos lugares y ponerles protección para no seguir siendo víctimas de robos.
A ello hay que sumar que en los últimos años, los colegios, jardines infantiles y sedes vecinales, también se han convertido en lugares predilectos de los delincuentes. Con la delincuencia no se puede tener tregua y la comunidad junto a la policía tendrán que trabajar muy de la mano para poder cortar esta seguidilla de delitos y poner freno a los delincuentes que ven facilitado su trabajo.
Deberemos asumir este desafío y buscar la fórmula para proteger mejor nuestros bienes y a la población más vulnerable.