Hoy me tomo del título del libro de José Murillo, "Confianza lúcida", para hablar respecto a lo que él describe como un "desafío constante que requiere del coraje necesario para volver siempre a construir y reconstruir las condiciones de la confianza misma", entre otras. Esa confianza que se establece como una relación ética, a partir del respeto, protección, compromiso y reconocimiento, en que la transparencia y veracidad están siempre presentes.
Cuando nos enfrentamos a una sociedad que después de haber tenido una "confianza ciega", como nombra el libro, pasamos a una desconfianza absoluta entre personas, representados y representantes, ciudadanos e institucionalidad, o entre institucionalidad, todas relaciones tanto en el ámbito privado como público, nos cabe preguntarnos a qué estamos llamados, cuando hay un acuerdo transversal de que es necesario recomponer las confianzas, en sus distintas dimensiones y expresiones, de lo contrario corremos el riesgo de perder nuestra estructura social, ya debilitada, para el logro de un proyecto común. Esto hace necesario actuar con prontitud, antes que la desesperanza se apodere de nuestro vivir.
Definitivamente, ya no son los individuos los responsables de confiar, sino de un otro de generar las condiciones y méritos para contar con la confianza, en un contexto actual que lo hace más complejo y desafiante. Los estándares de confianza son mayores, expresado en lo que se espera de otro, y muchas veces, iniciar una relación, cualquiera esta sea, desde la condición más adversa. No es posible pensar que podemos existir sin relaciones basadas en la confianza, sin embargo, el esfuerzo para alcanzarla es mayor.
A pesar de esta crisis, el espacio para actuar nos abre múltiples oportunidades para establecer nuestras relaciones, en distintos ámbitos, en que nos comprometemos a través de declaraciones explícitas como implícitas de lo que se puede esperar. De ahí la necesidad de mirar con respeto a quienes nos definen como sus depositarios de confianza, o quienes queremos nos la otorguen, actuando con veracidad y consecuencia.
La crisis de confianza que estamos enfrentando nos abre la posibilidad de establecer nuevas e innovadoras relaciones, de forma lúcida, es decir, consiente de uno y del otro, para sustentar los demás valores que nos permitirán avanzar hacía una mejor sociedad.