El déficit de viviendas, en todas las comunas de la región, es un problema que se arrastra por décadas y que no se ha enfrentado de la manera que las familias necesitadas lo esperan. Es más, se dejó de trabajar en la materia y hoy estamos frente a cantidades increíbles, porque la estadística censal determinó que la zona requiere de 21 mil 172 soluciones habitacionales.

Una cifra escalofriante pero que refleja una realidad que los habitantes de la región y de la zona norte en general en algún momento nos hemos enfrentado a ella a través de experiencias personales, de algún familiar, amigo, compañero de trabajo o simplemente un conocido.

Los planes sociales para abordar el tema no han sido suficientes y pese a las tomas, manifestaciones y reclamos de los pobladores la realidad no cambia mucho. Se trata de avanzar pero el ritmo de construcción es más lento que la creciente necesidad.

Por ello todos quienes por años esperan una solución habitacional reciben con alegría lo informado por parlamentarios oficialistas, quienes transmitieron la decisión presidencial de ejecutar el "Plan Zona Norte", que se centrarán en la construcción de soluciones habitacionales.

Este será un trabajo que será liderado por los ministerios de Bienes Nacionales y Vivienda, y tendrá como principal objetivo definir los terrenos fiscales disponibles en los sectores urbanos, los que serán traspasados a Vivienda para generar proyectos habitacionales.

Desde Bienes Nacionales, su ministro Felipe Ward, ha manifestado que existe una disponibilidad de terrenos, entonces lo que se espera con la ejecución de este programa es acelerar los procesos y no estar siempre bajo la demanda. "Avanzar un paso y retroceder dos", como graficó la realidad en esta materia la diputada Paulina Núñez.

Hoy es el momento que se redoblen los esfuerzos para que los planes destinados a ayudar a los sin casas se concreten y no se diluyan en el tiempo como ha ocurrido en otras ocasiones, matando la ilusión de miles de familias que ya están cansadas de esperar para tener una vida más digna.

Suele decirse que la sociedad contemporánea es individualista. No creo que sea así. Creo, por el contrario, que en la sociedad actual hay una escasez enorme de individuos.

Lo que sí abundan son los sujetos atomizados, dóciles, irreflexivos y estandarizados. Sujetos que primero tragan y después regurgitan, escupen o espetan los mismos lugares comunes que engulleron irreflexivamente.

De hecho, casi no hay individuos o, si se prefiere, personas conscientes y orgullosas de su singularidad.

Si el individuo es propietario de su cuerpo, lo es más aún de su conciencia. Pese a que sobre ambos tiene señorío, sobre esta última tiene soberanía absoluta.

Es su fuero interno. Tal dominio para que sea efectivo debe cultivarse. ¿Cómo? Ejercitando el juicio y la deliberación interior; generando opiniones propias y sopesándolas con las ajenas; efectuando conjeturas y soliloquios; etcétera.

Inversamente, la conciencia adormecida, claudicante o atrofiada, se deja llevar por la corriente, flota en la ondulante marea de la opinión pública y se acurruca plácidamente en la tibieza de los lugares comunes.

El individuo tiene conciencia; el hombre masa no.

Es verdad que nadar contra la corriente es un riesgo demasiado alto. Casi siempre lo ha sido. Quizá no vale la pena desafiar los lugares comunes y encarar a los inquisidores de turno.

Quizá, por eso, lo que se advierte por doquier es el murmullo monocorde de la masa, de la grey, de la muchedumbre. Es el apabullante zumbido de la estandarización.

La masa un día se comporta como un rebaño de ovejas y al día siguiente como una jauría de lobos. No hay contradicción en todo ello. Todo sigue igual.

Sólo cambia el nombre de la manada y el nombre del silbato, del credo al cual se someten. Sólo se trata de cambios cosméticos. La forma permanece inmutable, sólo varía el contenido que ella alberga en su interior.

Luis R. Oro Tapia,

Docente de la Universidad Central