Recientemente, escuchamos el ritmo de las bandas de bronce que recorría nuestras calles. Eso me recordó mi infancia, cuando cada 6 de agosto, los vecinos bolivianos subían bailando con música las calles del campamento Hundidos de Chuquicamata hasta la plaza, terminando en el Centro Boliviano donde celebraban su aniversario.
En esta ocasión, en Calama, el día de la Ascensión, se realizó la procesión de la Virgen de Urkupiña, festividad colonial boliviana de Quillacollo en Cochabamba, participando 45 mil fieles, llevándose piedras que al año la Virgen compensará en dinero y objetos en miniatura: casa, autos, que representan los deseos de los creyentes.
Los loínos llenamos las calles del centro, O'Higgins, Latorre, Abaroa, para ver pasar las 16 fraternidades bailando con sus coloridos trajes, como lo hacen en varios países; desafiando el calor al compás de las bandas locales, de Oruro, Cochabamba y Potosí, que los acompañaban dirigiéndose al consulado boliviano y estadio techado para la Misa.
En su piedad popular presentaron ofrendas de la tierra en agradecimiento a lo que ella provee. Siendo Calama un lugar donde viven muchos bolivianos, peruanos. No es novedoso que estos últimos años, estas celebraciones religiosas de piedad popular, poco a poco se están posicionando en nuestras ciudades participando más personas con costumbres que nosotros no conocíamos.
Recuerdo que el año pasado, visitando la plaza de Armas y Catedral en Santiago donde los domingo se reúnen los peruanos, asistí a la celebración colonial del Señor de los Milagros de las Nazarenas. Los fieles vestidos de morados, acompañaron en una gran procesión al Cristo Moreno después de la Misa acompañada por los fieles peruanos y familiares, agradeciendo entre vapores de incienso a Jesús y a su madre, patrona de la integración, por la gran oportunidad para reunirse con sus coterráneos, recordar sus raíces, recibir su protección en estos tiempos tan difíciles que atraviesa la Iglesia y los que llegan a buscar nuevos horizontes aquí y nos invita para ir al encuentro de nuestros hermanos migrantes más necesitados solitarios que están sufriendo estar lejos de casa.
Nancy Monterrey Caro,
Escritora chuquicamatina