Como ciudadanos, generalmente exigimos a las autoridades, al Estado o a alguna institución, que nos provea de lo que falta, que satisfaga nuestras necesidades y -salvo la pavimentación participativa- nos convertimos en meros espectadores de cómo nos construyen una plaza, una escuela o cualquier avance urbanístico en beneficio propio y de la ciudad. Y como argumento manifestamos "si para eso pagamos impuestos".
Hoy, Calama cuenta con un flamante Hospital que dejará atrás muchos inconvenientes que se arrastraron por años en el área de la salud, y con el nuevo recinto se espera que la comunidad pueda sentirse acogida y bien atendida.
Esto es un derecho básico de cualquier ciudadano, y nadie lo pone en duda, pero también debemos asumir que como usuarios, pacientes o internos de un centro asistencial, que tenemos deberes por cumplir, y entre ellos, velar que este recinto funcione bien y marche perfectamente.
De acuerdo a las primeras informaciones, la falla del ascensor en el nuevo recinto fue por un exceso de pasajeros. Entonces, es importante que cumplamos nuestra parte, que cuidemos lo que hemos recibido, que lo miremos como si fuera nuestra propia casa.
Y esto debiera ocurrir con todas las infraestructuras que se hacen en beneficio de la ciudad, pero que lamentablemente no son cuidadas.
Es necesario un cambio cultural en nuestra manera de ver las obras públicas, de pensar en los demás, de valorar e identificarnos con lo que es nuestro. Quizás el mejor ejemplo fue como los chuquicamatinos admiraban el Hospital H. Glover y se sentían orgullosos de tener uno de los mejores centros asistenciales de la época.
De la misma manera debemos mirar la plaza y el reciente paseo que están terminados, las nuevas avenidas estructurantes que se construyen en la ciudad, el estadio "Zorros del Desierto", los nuevos colegios que se han remodelado, las plazas y parques que se han levantado en la ciudad. Y ahora el nuevo Hospital que nos acompañará por muchos años.