Una de las principales críticas que nos hacemos los chilenos que habitamos esta tierra, es que nos acordamos de nuestra patria sólo en septiembre y terminado el mes, los trajes, las tradiciones, las cuecas, tonadas, marchas, la bandera y la chilenidad en todas sus expresiones, quedan en el olvido.
Por eso, se necesita que las generaciones más antiguas vayan transmitiendo el legado del amor por la patria, de la cultura nacional, de la chilenidad, el carácter de los chilenos y todas aquellas características propias de nuestra sociedad.
Todo el año debemos manifestar lo que nos hace chilenos, porque la identidad no se vive una vez en el año, sino que todos los días. De esta manera nos arraigamos a lo que nos representa, aprendemos a valorar lo nuestro, y sobre todo a ser un pueblo genuino y que no vive de la copia de otras culturas.
De allí la importancia de las tradiciones, del mundo huaso, de las comidas y las bebidas típicas, de nuestros juegos criollos, de nuestras comunidades ancestrales.
Entonces es deber de todos preservar esta huella y penetrarla en nuestros genes para que se extienda de generación en generación.
Tenemos la tarea de rescatar y difundir estas experiencias que aprendimos cuando niños y no dejar que se olviden, más aún en esta época en que las naciones se integran unas con otras y la inmigración es un hecho tan natural, que las culturas tienden a entremezclarse.
Ser chileno es una característica única, que no se repite de igual manera en otras naciones y que nos permite identificarnos con esta tierra, con cada aspecto que representa a esta estrecha y angosta faja de tierra.
La chilenidad tenemos que vivirla "a concho" y no debemos ponerla en vigencia sólo en septiembre. Este es un país especial, donde nos emocionamos con nuestro himno patrio, donde recordamos a nuestros héroes, donde apreciamos cada rincón de este territorio y lo admiramos con profundo celo.