Un proceso difícil es el que está atravesando la Iglesia Católica, tras las investigaciones de casos por abuso sexual que no fueron denunciados oportunamente o que simplemente fueron encubiertos. Situaciones que ya le han costado el cargo a siete obispos, quienes fueron alejados de su misiones por decisión del Papa Francisco y que en, algunos de los casos, deberán responder ante la justicia ordinaria.
Es un descabezamiento violento de la jerarquía de la Iglesia pero que demuestra que la situación iba más allá de denuncias aisladas, poco relevantes o que buscaban algún tipo de resarcimiento económico.
La realidad es aún más grave. Se trata de no pocas denuncias que fueron desestimadas de buenas a primeras y otras que se encubrieron con la egoísta idea de proteger la integridad de la institución.
Esto último es lo que más se repite y lo más criticable, porque se anteponen intereses mezquinos sobre actos delictuales que deberían ser sancionados y puestos a disposición de la justicia.
Las solicitudes de perdón de los líderes de la Iglesia se han reiterado en los últimos meses. Pero no parece que exista la real voluntad de ayudar, porque vemos como el Papa con cuenta gotas acepta la renuncia de obispos, quienes por moral ya deberían haberse apartado del clero sin someterse a escrutinio alguno.
Frente a este tipo de determinaciones no resta más que depositar las esperanzas en que las investigaciones que realiza el Vaticano como las del Ministerio Público, develen la verdad de los hechos y situaciones que pudieron estar por décadas ocultas.
Se debe encontrar y sancionar a los responsables directos, indirectos y también aquellos que no quisieron ver lo que ocurría y administrar justicia. Tras ello, iniciar un proceso de transformación que sirva para sanar las heridas y para proyectarse con los desafíos del Siglo XXI.
El camino no será fácil, pero tienen que aparecer quienes sean capaces de liderar los cambios, de recuperar la credibilidad del pueblo, delinear las fórmulas para atacar situaciones similares, pero sobre todo contar con una iglesia cercana a la gente y moderna. Francisco lo está haciendo bien...Falta sumar a líderes chilenos.