La angustia y la incertidumbre que debe enfrentar una familia por la desaparición de un familiar en extrañas circunstancias, debe ser una experiencia dolorosa que nadie quisiera vivir.
Así viven a diario tres familias que deben cargar con el dolor y la incertidumbre de no saber qué ocurrió con sus seres queridos.
El caso más emblemático es el de Daniela Trigo, una adolescente de 13 años que salió de su casa y nunca más regresó a ella y jamás se supo de su paradero. De eso han pasado casi doce y su familia debe vivir a diario su recuerdo, con la esperanza a estas alturas de conformarse con recuperar su cuerpo.
Y aquí surge la primera incógnita que se hace la comunidad loína: ¿Cómo es posible que una persona pueda desaparecer y no deje ningún rastro?
En el tiempo se han sumado otros dos casos emblemáticos, entre muchas desapariciones que no tienen el impacto social como éstas: Kurt Martinson desapareció hace cuatro años en San Pedro de Atacama, con una gran investigación y búsqueda durante todos este tiempo. Pero aun así, no hay nada que pueda hacer presumir que fue lo que le sucedió.
Y este año, otro caso ha vuelto a remecer la bitácora policial, la desaparición de un ingeniero que vivía en San Pedro de Atacama donde una de sus últimas acciones fue retirar un vehículo en Calama. Lleva un mes perdido, y se realiza todo un trabajo de búsqueda que hasta la fecha no ha dado resultados.
Estos casos hacen nuevamente preguntarse: ¿tan fácil resulta que una persona desaparezca en esta zona y no exista ningún vestigio?
En torno a las desapariciones surgen numerosos mitos y relatos que se extienden por la comunidad, que lo único que hacen es distorsionar los hechos y alejarnos de la realidad.
En un primera instancia y como hipótesis más fuertes es que en estos casos hay terceras personas involucradas, pero para ello es necesario que la policía y el Ministerio Público pueda comprobarlo con antecedentes. De lo contrario siguen siendo personas desaparecidas.