La furia post mortem en el legado de Philip Roth
¿Por qué escribir? es el testamento que dejó el escritor norteamericano antes de morir el año pasado. Son ensayos, entrevistas y discursos donde deja claro que la literatura fue el motor de su vida. Y donde vapulea a quien le pregunte sobre la verdad.
Su primer libro, por una parte, lo hizo merecedor del premio literario más importante de Estados Unidos, el National Book Award, pero no todos estuvieron de acuerdo. El libro fue lanzado, para poner un contexto, 15 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto Judío, y no resultaba fácil de digerir para algunos. De hecho, en esa época, un rabino de una liga antidifamación, en Estados Unidos, escribió sobre Roth: "¿Qué se está haciendo para silenciar a este hombre? Los judíos medievales habrían sabido qué hacer con él". Algo parecido sucedía con el retrato del adúltero. Un lector le envió a Roth una carta, en la que se preguntaba: "¿Es concebible que un hombre de mediana edad descuide sus negocios y se pase el día entero con una mujer de mediana edad?". Fruto de esas opiniones, creció la noción de que Philip Roth era un escritor "judío antisemita", que "hacía creer a la gente que todos los judíos son unos tramposos y embusteros".
Al contrario de muchos otros escritores, Philip Roth salió a defenderse. Dejó que los libros hablaran por sí mismos, pero también quiso explicarlos. Tampoco fue difícil hacerlo, dado que los escritores se convirtieron en personajes tan importantes como los actores o los músicos, y su voz seguía siendo la voz de alguien que importaba. Por otra parte, los comentarios sobre sus libros tenían que ver sobre su tono autobiográfico. ¿Era él quien protagonizaba, realmente, las historias que contaba? ¿Era él el excéntrico, el adúltero, el obsceno?
El corpus de esa defensa está plasmada en el libro ¿Por qué escribir?, recientemente publicado por Random House Mondadori, unos meses después de la muerte de Roth ocurrida en mayo de 2018. El libro contiene ensayos en los que Roth indaga la obra de escritores que admira, como Franz Kafka y Aharon Appelfeld, pero también su propia obra, particularmente sobre las dificultades de escribir sobre los judíos y norteamericanos. Contiene, también, un puñado de entrevistas extensas a medios como Paris Review o Le Nouvel Observateur, en las que Roth, en una mezcla de convicción, altanería y enojo, se defiende de las críticas y malinterpretaciones de su obra.
En una de esas entrevistas, un periodista le pregunta: "¿Deberíamos leer sus libros como una confesión, como una autobiografía apenas disfrazada?". "Debería usted leer mis libros como obras de ficción, exigiendo los placeres que la ficción puede aportar. No tengo nada que confesar ni nadie a quien quiera confesarme. Tampoco nadie me ha pedido que haga una confesión ni me ha prometido el perdón si la hago".
Las obras de arte, en gran medida, se explican solas, y su carácter autobiográfico no deja de ser una anécdota referencial; un cotilleo, en el mejor de los casos, o una confesión penal en el peor, pero en nada agrega o disminuye de una obra que esta haya sucedido o no en la realidad. Contra esa necesidad se defiende Roth en el libro, contra la necesidad de que algo de lo que pase en sus novelas haya tenido que pasar en la realidad, contra la necesidad de que las obras sean algo más que obras de arte: que sean expresiones de consuelo, confesiones o propaganda. Resulta entretenido, por cierto, indagar en la vida privada de un personaje público en quien se han puesto tantas esperanzas, saber si él es la persona que hace lo que sus obscenos protagonistas hacen, pero esa entretención no es más que un agregado de la obra. Es, algo así, como querer saber si los humoristas son graciosos en la vida real.
Pero, mirado desde otro punto de vista, las obras de arte son siempre malentendidas. Y no solo se debe a los lectores, sino también a que muchos escritores no pueden plasmar lo que querían en sus libros. La impresión que queda de las entrevistas o ensayos recopilados en ¿Por qué escribir? no es sólo la malinterpretación de los lectores, sino también la indignación, más bien la rabia, de Philip Roth. Él mismo lo dice: "La mitad de ser escritor consiste en estar indignado. Muéstreme a un escritor que no se enfurezca porque le malentienden, le leen mal o no le leen, y que no esté seguro de que tiene razón".
¿Por qué escribir?
Ensayos, entrevistas y discursos (1960-2013) Philip Roth 576 páginas
$16 mil
el libro póstumo de philip roth contiene material inédito del autor.
Por Cristóbal Carrasco
No resultaba fácil ser escritor en el siglo XX, y probablemente menos lo fue para Philip Roth. Nació en un pequeño condado al sur de la ciudad de Newark, en las afueras de Nueva York. Se veía a sí mismo, en su infancia dentro de la comunidad judía, no más que como un "cómico" que ponía sobrenombres a sus profesores y vivía obsesionado con que su madre era, en realidad, su profesora. De esa imaginación nació, en 1959, su primer libro, Goodbye Columbus. En uno de los relatos de ese libro, un joven judío se sube al techo de su sinagoga y amenaza con saltar de ella a menos de que todos se hinquen y admitan que creen en Jesucristo. En otro relato, cuenta la historia de un hombre judío de 59 años que decide tener un amorío con una mujer.
la defensa de roth
En los años siguientes, Roth escribió los libros Cuando ella era buena y El mal de Portnoy, quizás su libro más reputado. En este último, Roth narra a través de escenas entre un psicoanalista y su paciente, las excentricidades sexuales de Portnoy. No resultó fácil, extrañamente, narrar esas escenas, en plena revolución sexual de los años sesenta, ni menos durante el movimiento de liberación sexual femenina. De hecho, en una portada de un diario neoyorkino, sobre la cabeza de Roth, junto a otros escritores, aparecía el siguiente titular: "¿Por qué estos hombres odian a las mujeres?".
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