El miércoles recién pasado, comenzamos a vivir el tiempo litúrgico de cuaresma, son los 40 días previos al acontecimiento más importante para los cristianos que es la Semana Santa. Es por tanto el espacio fundamental para renovarnos como creyentes y ser partícipes de la gloria de la resurrección.
En palabras sencillas, Dios es quien con su sacrificio nos regala por efecto del amor, la salvación a toda la humanidad, pero para que ese sacrificio tenga verdadero sentido debemos preparar y renovar nuestro corazón y es esto a lo que se nos invita en estos días.
La Cuaresma debemos reconocerla como el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida vamos acumulando en nuestros corazones una serie de situaciones que nos van alejando del amor a Dios y a los hermanos, pero por la infinita misericordia de Cristo nos podemos reconciliar y ser participes de la gloria de la salvación.
El Papa Francisco manifestó al respecto, "una de las cosas más difíciles de entender, para todos nosotros los cristianos, es la gratuidad de la salvación en Jesucristo". En efecto Cristo nos anima a ser partícipes de este beneficio, pero nos recuerda que no es posible alcanzar la gloria, si somos incapaces de manifestar arrepentimiento y junto con ello responder al mandamiento más importante: "amar a Dios con toda la vida, con todo el corazón, con toda la fuerza, y al prójimo como a ti mismo". Porque es el único mandamiento que está a la altura de la gratuidad de la salvación de Dios.
Estos días en que emprendemos el camino hacia el misterio pascual, debemos prepararlo y prepararnos convenientemente, al igual como lo hizo Jesús que caminó hacia la muerte en cruz para resucitar, esto nos anima a renovarnos, y desprendernos de aquellas actitudes que nos han alejado de una vida plena en Cristo para renacer con él.
Consideremos en este tiempo cuaresmal realizar algunos sacrificios, es decir ofrecer a Dios por amor. En la medida y posibilidades de cada uno practicar el ayuno o abstinencia y el ejercicio de la caridad, como manifestación concreta por nuestros hermanos más necesitados.
Les invito también a practicar la oración, sostengamos un dialogo íntimo con Dios para que la gracia divina penetre en sus corazones y gocemos plenamente de su amor.