Shakespeare para todos
El profesor de literatura de la Universidad Austral, Roberto Matamala, adaptó siete obras de teatro de Shakespeare, Chéjov, Molière y Eurípides para ciudadanos de a pie.
"Esos muchachos ni conocían las aceitunas en esos años de pobreza, pero sí les era familiar la chicha", recuerdaMatamala. Algo que podría haber sido casual en su trayectoria, se volvió persistente. Y le marcó la vida para siempre.
Hoy Matamala es Doctor en Teoría Literaria y Literatura Comparada por la Universidad Autónoma de Barcelona y profesor del Instituto de Lingüística y Literatura de la Facultad de Humanidades de la Universidad Austral de Chile y su pasión está en el teatro.
Esa pasión lo movió a traducir y adaptar las nueve obras de "Clásicos Sin Vergüenzas" (UACH), piezas que han sido montadas en el sur de Chile, por teatros universitarios y compañías independientes. Como detalla Matamala, por "grupos de muy distinto pelo y época".
En el libro incluyó las obras de Chejov "La petición de mano" y "Sobre el daño que hace el tabaco"; "Antígona" de Sófocles; "Las bacantes" de Eurípides; "Maese Pathelin" de un anónimo francés; "El casamiento forzoso" y "El médico a palos" de Molière y "La duodécima noche (Noche de Reyes) o lo que queráis" de William Shakespeare". En total, como dice el subtítulo del libro, son "Nueve textos teatrales Adaptados para la Representación Actual".
Paralelamente, Matamala se ha dedicado a la creación de sus propios libros y la investigación del teatro regional y dramaturgia contemporánea chilena.
Ha publicado "El discurso dramático" (2014), "Viajes a la belleza del espíritu" (2015), "Los poetas dramáticos del cambio de siglo" (2015) y "La escena temblorosa, el teatro en Valdivia 1960-1990" (2019).
-¿Por qué eligió los clásicos?
-Por una necesidad de trabajo pues, todos los grandes que salen en mi libro lo hicieron así: Shakespeare, Molière, Lope de Vega, Chejov quizá menos. Es una necesidad expresiva profunda y también monetaria. Uno no escribe en el aire, escribe para estar en escena, para montar, para que sea leído, para que los directores -que generalmente eran los mismos autores -y los actores llevaran sus palabras a la masa. La poesía leída era muy escasa, un ínfimo porcentaje de la población que era capaz de leer, la mayoría eran analfabetos. El teatro era una enorme posibilidad de difundir ideas, así fue desde los griegos, en el medievo, en los tiempos isabelinos, en el siglo de oro, siempre. A Shakespeare le publican en folios unas poquitas obras antes que muera. El autor teatral, el teatrista de verdad, escribe para echarle comida a la olla.
-Se siguen encargando obras. ¿Usted lo ha hecho?
-Yo soy un mercenario absolutamente. Escribo para algo determinado, no porque se me ocurrió, no porque me bajó la inspiración del cielo. Eso lo considero muy respetable. Pero yo escribo porque digo esto vale la pena que se conozca, lo necesito en escena, o porque este grupo me acepó una obra, o hay un proyecto con una compañía. Tengo muy poca vida para escribir en el aire.
-¿Por qué elige colocar en un texto de Shakespeare la canción "Piensa en mí", popular en los últimos años en la interpretación de Luz Casal?
-Lo que pasa es que Shakespeare utilizaba canciones renacentistas inglesas de la época en su obra, que sin embargo hoy no nos dicen nada. Esta canción de Agustín Lara, que interpretó también Luz Casal, nos llega a todos al corazón.
Las obras adaptadas por el profesor matamala las interpretan compañías independientes.
Ediciones Universidad Austral de Chile
313 páginas
$12.600
Roberto Matamala
Por Cristóbal Gaete
Hace treinta y seis años al profesor Roberto Matamala (1950) le encargaron traducir una obra de teatro. En esos años trabajaba en una escuela de educación básica de San José de la Mariquina. Allí revisaba dramaturgias para adaptar, pero todas le parecían aburridas. No es que lo fueran, sino que resultaban distantes en su lenguaje, lejanas a unos muchachos en esa localidad de Valdivia. De tanto buscar eligió el "Paso de las aceitunas", de Lope de Rueda, obra del siglo XVI. Tomó el texto original y combinó los arcaísmo con el lenguaje campesino chileno y la rebautizó como "El paso de la Chicha".
Aún recuerda cómo comenzó todo. "A los ocho años me eligieron para actuar en el colegio, y me enamoré de las risas y aplausos desde de la oscuridad", dice entusiasmado.
-Los corazones nuestros no han cambiado mucho, pese a los avances tecnológicos, el corazón del hombre sigue siendo más o menos igual. Los clásicos son tremendamente interesantes, emocionantes y maravillosos. Para divulgarlos, impulsamos "Los Jueves clásicos", en los que seis académicos damos una charla en la Biblioteca Municipal de Valdivia para todo público. Es una universidad abierta con un éxito tremendo. Nos saltamos todos los tecnicismos que han separado a las personas de los clásicos para entusiasmarlos.
-¿Por qué?
-Porque los clásicos son lo mejor que hemos producido como humanidad. Yo amo a Molière y a Shakespeare, los amo, son gente del sudor del teatro, del olor del teatro.
-¿Cómo son los autores que adaptó?
-Por ejemplo, Homero. Se discute si existió o no, pero lo que sí puedo asegurar es que Homero existe. Hay casos notables, el de una señora que se volvió loca tratando de demostrar que Shakespeare no era Shakespeare, que jamás este señor había escrito estas obras, que había sido un grupo de intelectuales de muy alto nivel que habían hecho a Shakespeare. Pero eso no es relevante, lo relevante es que existe. Es como Jesucristo, que hoy existe, como los autores de los libros de la biblia, Salomón existe.
-¿Cómo podemos explicarnos hacer una obra anónima en la antigüedad?
"El autor teatral, el teatrista de verdad, escribe para echarle comida a la olla".
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