Esta vez no nos fijaremos en las cifras de este despreciable delito, porque un caso que ocurra ya es demasiado, y si es una persona que conocemos el impacto es mayor, y si tiene hijos, la amargura es indescriptible.
Calama ayer despertó conmovida por un caso de femicidio, el tercero en los últimos tres años, que esta vez tuvo como víctima a una joven de 28 años, emprendedora, entusiasta y llena de vida, cuyos sueños fueron truncados por una pareja que no midió consecuencia de sus actos.
Y nuevamente debemos retomar este tema que parece no lograr buenos resultados, pese a la reciente legislación que condena con mayor severidad la muerte de mujeres ligadas sentimentalmente con el agresor.
El problema de las causas del femicidio no están centradas en el número o por las mayores sanciones a los culpables, sino que en la errada mirada social que el hombre tiene hacia la mujer, con aspectos de odio que lleva al asesinato por solo el hecho de ser mujer.
En este delito se conjugan situaciones de discriminación y violencia de género que generalmente van acompañadas de actos extremos de violencia y conductas deshumanizantes. En muchos casos estos crímenes de mujeres por hombres, están motivados por el desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres, asociados a abusos verbales y físicos.
Y los victimarios no son cualquier hombre. En general son pareja, expareja, exnovio, un amigo o un familiar, que parten con un regaño, siguiendo gradualmente con amenazas, golpes, lesiones, prohibición de salir y controles permanentes. Y peor aún, prohibición de expresar lo que piensa y lo que siente, con humillaciones públicas, abusos permanentes y amenazas de muerte que terminan cumpliéndose.
En culturas machistas uno de los grandes problemas es cuando las mujeres son autónomas, se han empoderado, toman la palabra, emprenden o surgen, lo que resulta inaceptable para muchos hombres.
Tenemos una gran tarea pendiente para desterrar todas estas posiciones erradas que pretenden adoptar los hombres ante las mujeres. Esta violencia se sostiene en parte por la apatía, no involucramiento, negligencia y por creencias erradas de cómo deberíamos comportarnos con las mujeres.