En estos días, los titulares de los principales medios del planeta, informan sobre los efectos del cambio climático, del sufrimiento de la creación, y sus graves consecuencias ambientales. Generan en estos días, abundancia de discursos y de buenas intenciones; en tanto, impávida, la tierra muere. En una agonía sellada por la historia de Adán caído, somos espectadores en este siglo, del gemido moribundo, e in crescendo, de bosques, animales, glaciares, de vida que se va en una elegía que no puede desoírse.
El apóstol Pablo, escuchó mejor que ninguno, este silente clamor de ayuda. Unos veinte siglos hace ya: "Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;" ¿Cuál sería el versículo, que Pablo diría en la COP25 Chile 2019, veinte siglos después? Atender este gemido es tarea de todos, sin excepción debemos acudir, a este llamado de auxilio de una creación que parece decir: ¡No hay más tiempo! El evangelio es parte de este clamor, que llama a no continuar viviendo independientes de Dios. El resultado es evidente. Testigo fugaz de una sensación vestida de imágenes, Nínive inunda el pensamiento, la antigua ciudad, ad portas de su exterminio; escucha el evangelio de boca del profeta Jonás. Y Nínive teme, cree y actúa. El gobernante, llama al ayuno: "E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua;" ayunaron, voluntarios oh no; se salvaron.
Otro profeta de los tiempos, fue Habacuc, quien exclama a viva voz: "Señor aviva tu obra en medio de estos tiempos" tiempos de volver al origen, unidos a Dios, no apartados de él. Guardas de la creación, no depredadores. Recuerda, somos responsables, la restauración viene, pero de la mano de Dios. Jesús lo enseña, diciendo: "Nada podéis hacer separados de mí"! Necesitamos la intervención de Dios, sin ella los discursos, discursos son.
Sergio Lagos Luciano,
pastor evangélico