Por estos días celebramos la dedicatoria a los profesores y profesoras de Chile y sin distinción nos sumamos a los saludos para quienes realizan esta abnegada tarea de educar, porque más allá de traspasar conocimientos en el ámbito pedagógico, reconocemos que su relación con los miles de niños y jóvenes con los cuales comparten a diario, es mucho más valorable aun. Son para nuestros hijos; guías, confidentes, hermanos, incluso padres y madres; asumen por tanto roles diversos que sin duda merecen nuestra gratitud y reconocimiento.
Todos en nuestra vida al preguntarnos por aquellos hombres y mujeres que nos marcaron positivamente, tenemos a esos profesores guías que nos acompañaron y condujeron por un camino que sería fundamental para nuestro futuro.
Ser profesor es asumir que en nuestro proceso personal de crecimiento, antes se es discípulo -y tal vez nunca se deja de serlo-. Cuando leemos los Evangelios nos encontramos con la palabra "discípulo" que quiere decir a su vez aprender, comprender, recordar. El verdadero discípulo, en ese sentido, es aquel que sabe comprender y recordar lo que el maestro ha transmitido, no solo con sus palabras, sino sobre todo con su vida.
En nuestro tiempo de inquietudes en algunos casos de indiferencia, en el que tanta gente pierde el rumbo y el fundamento; en el que la fidelidad del amor y en la amistad se vuelven tan frágil y efímera; en el que desearíamos gritar, en medio de nuestras necesidades, como los discípulos de Emaús: "Señor, quédate con nosotros, porque anochece (Lc 24, 29).
Así como recordamos a aquellos docentes que fueron fundamentales en nuestro crecimiento, del mismo modo para enfrentar las dificultades debemos volver como discípulos nuestra mirada a Cristo, es la fuente de agua viva, que nos nutre y fortalece. Él en persona carga sobre sí el pecado, el miedo y el sufrimiento, en definitiva, nos purifica y transforma misteriosamente en sarmientos buenos que dan vino bueno.
Desde este espacio con alegría y gratitud, recuerdo y agradezco a Dios por la vocación del educador (a), saludo a todos los docentes y paradocentes de Calama.
Oscar Blanco,
obispo de Calama