Día de reyes y Nacimientos
Hoy son organizados por los 40 bailes promesantes que rinden respeto al recién nacido.
En Calama, cada anochecer -después de la puesta del sol- escuchamos algo que aún nos queda de nuestro patrimonio regional, son los "tam tam" de tambores; sonidos que nos trae el viento llamándonos e invitándonos a adorar al Niño Dios.
Esta tradición andina de los Nacimientos se remonta desde que llegaron los primeros habitantes a estas tierras, y se mantiene cada día con más entusiasmo. Con ella crecimos los calameños, chuquicamatinos y habitantes de los pueblos del interior y en estos días nos hacen vibrar con tantos recuerdos del ayer. Ir a los lugares de adoración es muy fácil. Basta con seguir los sonidos y llegamos a las distintas casas donde las familias han preparado un altar con un nacimiento del Niño Dios. Decorado con los pastores, ovejitas, ángeles y los tres reyes magos, Melchor. Baltazar y Gaspar; todos en el portal de Belén.
Años atrás cuando no había tanta tecnología, estos escenarios eran realmente obra de arte para la vista y para los niños del ayer. Tenían muchas luces, movimientos con caídas de agua, campiñas con césped, pastos recién florecido, animalitos bajando con los pastores ambientados con la música de los discos de vinilo del Guachi que aún cantamos, del Avión y otros .A veces había un acordeonista que detrás de la puerta cantaba y en el día del cierre venían los bailes Chunchos, Toreros o Gitanos a bailar en la calle. La adoración se realizaba desde la Navidad hasta el 6 de enero en la pieza o galpón de una casa. Se ponían sillas y bancas para los asistentes. Los niños que venerábamos con gran piedad y seriedad al Niñito Dios, corríamos cada atardecer y peleábamos por tener un lugar en la fila para cruzar nuestros pañuelos bailando el Guachi Guachi Torito, hasta que llegaban los adultos a ocupar nuestros lugares.
A los visitantes nos servían bebidas, pastillas, en el cierre chocolate y galletas. Años atrás eran famosos los Nacimientos en el mineral de la familia Choque de los dos miles, la familia Cruz de Los Hundido. Muchos recuerdan que allí, los jóvenes que llegaban a buscar trabajo en el mineral conocieron a sus novias o pololas adorando al Niño Dios de los adobes. En Calama aún recordamos los lugares más antiguos como el de la Vega, y los más tradicionales hoy, ubicados en la población Licantatai, calle Tarapacá, villa Ayquina y otros.