Sabemos trabajar con la herramienta del perdón y del olvido para restituir el deseado estado de unión.
En esta oportunidad como esta, brindar por la Fraternidad es hacerlo por uno de los valores más deseados por los hombres, por todo su significado de unión y amor, y hacemos sentir inmensamente gratificados por tener la posibilidad de experimentar la pertenencia a Rotary, en la que con otros hombres se nos da la oportunidad de compartir objetivos comunes y cultivar bajo el manto del poderoso vínculo fraternal.
La práctica y cultivo de la fraternidad no es una exclusividad nuestra, igualmente es un bien deseado por el hombre como especie, por tanto, muchas organizaciones la valoran , la buscan y cultivan, pues conocen sus beneficios.
La encontramos en el espíritu del olimpísmo, donde los atletas, además de competir y, en parte, forzados por la convivencia en la villa, terminan por conocerse, por generar vínculos y al finalizar los juegos se despiden de manera distinta al saludo formal del primer día. Ahora intercambian gestos y miradas más cálidas que traslucen más unión y algunos se despiden con claros gestos de amistad. De alguna manera estos juegos, tan competitivos siempre, han aportado lo suyo a la fraternidad de los pueblos.
Cada año, también está presente en el premio Nóbel de la Paz, donde, por deseo de quién lo instituyó, se entrega a "aquella persona que haya trabajado más y mejor a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de los procesos de paz".
Y en uno de los objetivos de la ONU, cuando nos dice que "al desarrollar relaciones de amistad entre las naciones", se tienden las bases para "alcanzar una cooperación internacional".
Pero también sabemos que los deseados estados de paz y amistad entre los hombres y los pueblos deben convivir con desencuentros de diversos grados, extensiones y profundidades, llegando a la antítesis de ambos conceptos. Si hasta los juegos olímpicos se han usado para dar salida a la beligerancia extrema. Y nuestra familia no escapa de estos desencuentros y no podría ser diferente, no pertenecemos a otra especie.