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"Ajuste de cuentas": La vida es ahora

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Una película como "Ajuste de cuentas" (2013, Peter Segal), se entiende en el contexto de un tiempo donde todas las fantasías son posibles. ¿Quién hubiera imaginado que Robert De Niro y Sylvester Stallone aparecerían juntos en pantalla? Yahí están, sobre un ring, dos íconos del pop contemporáneo dándose combos en el último round de la vida. De Niro es un actor de elite: ganó el Oscar por Toro Salvaje en 1980 y por El Padrino II en 1974. Fue en esos años el actor fetiche de Martin Scorsese y de Francis Ford Coppola.

Stallone, en cambio, es el rostro del cine de músculos y acción descarnada. Sólo basta ver "Rambo, primera sangre" (1985), dirigida por Ted Kotcheff, especialista en el género. Esa la historia de un veterano que regresa de Vietnam, con todas las llagas y la rabia que ese retorno significa. El relato es un antecedente de las películas por etapas a superar, propia de los videojuegos. Yel guión no exige grandes esfuerzos de actuación, un plato servido caliente para Stallone.

De Niro, en la otra esquina, construyó lo más sólido de su carrera, avalada en obras como "Taxi Drive" (1976) y "El rey de la comedia" (1983), verdaderas joyas de la interpretación. Su carga es tan profunda que el espectador las siente como verdad.

Precisamente, el realizador hizo que el actor de origen italiano nacido en 1943 se pusiera en el cuerpo de Jack LaMotta, boxeador de peso mediano que vive las pesadillas de su propios excesos.

Celopatía y gula, entre otros "pecados" de su tiempo, confluyen en una cinta memorable dentro y fuera del ring: Una tesis sobre la decadencia y tristeza humana que, con justa razón, hizo que De Niro se llevara el Oscar al Mejor Actor ese año.

En "Ajuste de cuentas", De Niro y Stallone interpretan a dos ex boxeadores de peso medio.

"Razor" (Stallone de 67 años) vive sus días atrapado entre deudas, cargas personales y una historia no resuelta. Precisamente, los cabos sueltos son los que todavía unen su vida a la de "The Kid", un De Niro con unos bien llevados 70 años.

Este último, sin embargo, transita en una vereda un poco más grata, por lo menos desde el punto de vista económico. Pero el pasado aún lo ronda y aparece constantemente por culpa de su eterno rival.

En ambos siempre quedó la sensación de que había cuentas por saldar, una oportunidad que se les presenta 30 años después de su retiro.

El hijo de un ex empresario del boxeo encuentra la forma de que ajusten deudas en el cuadrilátero.

Este detonante publicitario y narrativo hace que "Razor" y "The Kid" sientan que la sangre les fluye nuevamente por las venas. Pese a los temores, desean el encuentro. Las redes sociales viralizan el evento -claro signo de los tiempos- hasta convertir este show en el próximo duelo del siglo.

El director de la cinta, Peter Segal, sabe a quién tiene al frente. Reconoce el peso de la dupla que dirige. Todo, en el contexto de un relato colmado de concesiones, si se quiere. Por momentos, la persona y el actor parecieran uno sólo, al punto de pensar que van a saltar de la pantalla sin necesidad del 3D.

El realizador entiende que desde títulos como "Rocky Balboa" (2006), "John Rambo" (2008) y especialmente "Los indestructibles" (2010), Stallone sabe autoparodiarse y reinventarse.

Tiene claro, también, que De Niro puede darse el lujo de hacer lo que desee como actor. Ya tuvo los papeles de la consagración y como un Brando contemporáneo quiere pasarlo bien durante la filmación.

Un punto destacable en "Ajuste de cuentas" es apreciar cómo se construye un relato desde la mirada de ellos mismos, sin miedo al ridículo.

Se ríen de aquello y lo hacen pensando en el otro, empatizando en el ring, en el set y en días de un futuro que se acorta.

"Razor" y "The Kid" -Stallone y De Niro- saben que la vida útil en el cine tiene un límite. Por lo que fórmulas como ésta sirven para oxigenar la existencia sin rendirle cuentas a nadie. Hace rato que la crítica y los premios dejaron de ser temas para ellos.

Es hora de ajustar cuentas, entonces. Después puede ser demasiado tarde.