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Déficit de viviendas y falta de terrenos

Hay que buscar fórmulas para equilibrar la alta demanda con la escasa oferta de casas en la provincia.

No seria descabellado que la región tuviera un subsidio alternativo, considerando el alto costo de los terrenos, la mano de obra y el valor de los materiales.

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La deuda habitacional producto de la gran demanda en la región es un tema que sigue preocupando, que no está resuelto y no se ven nuevas soluciones para poder responder a las necesidades de la población.

El problema habitacional es complejo cuando hay carencia de terrenos, cuando los precios son los más elevados en comparación a otras regiones del país, cuando varias de las construcciones en Calama han quedado paralizadas por quiebras u otros problemas dejando casas sin terminar.

Paralelamente el Estado ha seguido entregando subsidios habitacionales pero no están las casas disponibles; el déficit se acrecienta faltando cerca de dos mil viviendas en la comuna para la clase media emergente y social.

La concreción de nuevas viviendas recién debieran materializarse el año 2015 lo que significa que seguirá creciendo la demanda versus la oferta, lo que complica a numerosas familias que luchan por tener su casa propia.

El principal escollo ha sido que el precio de los terrenos fiscales para viviendas se liciten a un valor comercial, lo que claramente lleva a elevar el costo de la vivienda en una zona donde la mano de obra de la construcción es más cara al igual que los materiales usados para ello.

Claramente junto a la necesidad de estimular la construcción de viviendas, se debiera incentivar también un subsidio diferido para los habitantes de la Segunda Región de tal manera que puedan acceder a viviendas de mejor calidad.

En el último tiempo, algunas empresas han paralizados la construcción de viviendas por quiebra u otras causas, y en otros casos el Serviu ha tenido que regularizar terrenos donde se han levantado complejos habitacionales. Además existen dos tomas de terrenos, donde no hay resoluciones.

Claramente falta una política habitacional en la zona más potente que vaya al ritmo de la demanda y que realmente supla las necesidades de quienes carecen de una vivienda y reúnen los requisitos necesarios para optar a ellas.

Los unos, los otros y los nuevos

Mientras no aceptemos nuestra idisosincracia no podemos pensar en construir esa ciudad moderna

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No es extraño que en una ciudad convivan distintos grupos de personas con orígenes e intereses particulares. Tampoco lo es que lleguen nuevas personas y otras se vallan en busca de otros horizontes. Menos extraño es salir a caminar por las calles de esa ciudad y no tener idea quién es ese que viene allí o de dónde proviene ese otro de allá. Todo esto resulta normal en una ciudad multicultural, que ofrece riquezas para que todos ellos (y muchos otros más) puedan vivir de acuerdo a estándares urbanos modernos.

Lo que sí resulta extraño en una ciudad del siglo XXI es la intolerancia con los diferentes; la incapacidad de aceptar opiniones; el despectivísimo con los que no ganan lo mismo; el deprecio con los que tienen otros orígenes, otro acento u otro color de piel. Lo extraño de una polis que tiene todo para ser una ciudad desarrollada es justamente no ser capaces de compartir y convivir con otros. Es absurdo es pretender imponer ideas por sobre otros y que todo se ajuste a la propia intención por un rango, una billetera o un ideal.

En nuestra ciudad lamentablemente aún se pueden encontrar acciones guerrilleras de los unos, los otros y los nuevos que empujan a la descalificación, censuras o enemistades sin sentido. El debate y el intercambio de opiniones constructivas al parecer resulta incomodo y no hay espacio para sinergias de una multivisión.

En una ciudad moderna y sustentable, aquella que muchos de los calameños soñamos, esta diversidad de personas conviven y comparten tolerantemente todos los espacios y aconteceres de la vida en la ciudad. Los unos, los otros y los nuevos se encuentran; comparten y se complementan; se enseñan y se fusionan; se distinguen y se reconocen; se potencian unos a otros y juntos, como habitantes de una misma ciudad, empujan el desarrollo, el cuidado y el porvenir de ese pedazo de tierra que los cobija y alimenta.

Así, mientras no aceptemos que en Calama convivimos distintas identidades y que todos somos parte constituyente de la ciudad por igual, no podemos pensar en construir esa ciudad moderna que pretendemos, ni mucho menos esa urbe desarrollada, sustentable y tolerante que exigimos.