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"La Gran Belleza": no es fácil ser Fellini

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"La grande bellezza (The Great Beauty)" Año: 2013 Duración: 142 min. País: Italia Director: Paolo Sorrentino Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello. Premios: Oscar, Globo de Oro y BAFTAa la Mejor película extranjera.

El primer gran mérito de "La Gran Belleza" es que revive una vieja pretensión del cine europeo: la de realizar películas con vocación de obras maestras.

Majestuosa desde su título, corresponde a la sexta entrega de Paolo Sorrentino, cineasta irregular que convirtió a Sean Penn en un rockero gótico en la olvidable "Un lugar donde quedarse" (2011).

Ahora tiene otro cometido: no está para pequeñas historias, sino para una que aborde la muerte, el amor, la gloria, el fracaso, la religión y la vejez en un mismo acto y que, de paso, funcione como un fresco definitivo de la Roma actual. Todo esto sin dejar de dialogar con obras maestras del cine italiano como "Roma, Ciudad Abierta" (1945), de Roberto Rossellini y, principalmente, "La Dolce Vita" (1960), de Federico Fellini.

"La Gran Belleza" es de esas películas que se pueden amar u odiar. La Academia, al menos, manifestó su enamoramiento al reconocerla como Mejor Película Extranjera en la última entrega de los Oscar.

Sorrentino inicia el filme con un golpe de efecto: una fiesta grotesca en la que nobles, artistas, celebridades, y muchos freaks siguen el ritmo de una pegajosa canción pop en medio de un fastuoso palacio. Es una escena caricaturesca y filmada desde distintos ángulos, como si fuese un largo videoclip. Entre la multitud vemos a un tipo entusiasta, de traje blanco, gafas de sol y aires de grandeza: es Jep Gambardella (Toni Servillo), personaje protagónico y anfitrión de nuestro viaje por Roma.

Como un Marcello Mastroianni 2.0, Gambardella trabaja como periodista y vive anclado al éxito del único libro que publicó, décadas atrás. Su vida ahora consiste en asistir a fiestas, codearse con la gente más sofisticada de la ciudad y procesar su envejecimiento a través del ácido sentido del humor que ha adquirido con los años.

Sorrentino hace que nos aproximemos a Jep como si observáramos a un insecto a través de un microscopio. El extrañamiento inicial va desapareciendo a medida que nos acercamos a él, al punto que este tipo banal, cínico y arribista termina pareciéndonos un personaje entrañable.

"El tiene mucho de mí", reconoció el director cuando presentó la obra en el Festival de Cannes.

Es por eso que la película -de 142 minutos de duración- no ahorra metraje para narrar las vicisitudes del protagonista y las reflexiones que se desprenden de su visión del mundo.

Es un largo viaje a la redonda en el que Roma se impone como gran personaje, con ese sincretismo y una solemne armonía entre antigüedad y modernismo.

Al igual que en las películas de Fellini, el mundo eclesiástico está muy presente, como parte del decorado -vemos a curas y monjas pintorescas deambular por las calles- y también a través de la historia de una beata anciana que remece las creencias del intelectual protagónico.

Debido al éxito de la película, en Roma ya se existe el "Tour Jep Gambardella", que recorre sus locaciones principales, partiendo por el Coliseo. Un clásico instantáneo.

Con todo, "La Gran Belleza" no está a la altura de sus referentes (no es fácil ser Fellini), pero resalta a Paolo Sorrentino como un cineasta dotado de cierta sensibilidad.

Por estos días, prepara su regreso a Hollywood con "Il Futuro", protagonizada por Michael Caine, Harvey Keitel, Willem Dafoe y Rachel Weisz. Esperemos que no sea un paso en falso.