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Aprovechar mejor el recurso hídrico

A través de un millonario proyecto de tres años se buscarán soluciones para terminar con la escasez del agua.

El uso sustentable del agua dulce debe traspasar a toda la sociedad con el fin de cuidar este valioso bien, junto con la búsqueda de tecnología que ayude a sacarle un mayor provecho.

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La destinación de recursos para buscar una mejor gestión de los recursos hídricos disponibles en la Segunda Región refleja que se está empezando a tomar conciencia de un grave problema que aqueja a esta zona y que es el cada vez más agotado recurso hídrico.

De esta manera se buscan soluciones eficientes a la escasez de agua, buscando un mayor aprovechamiento de ella y un modelo de gestión que permita aprovechar al máximo el recurso con el apoyo de herramientas tecnológicas que recién se comienzan a aplicar en nuestra región.

El concepto de una cultura sustentable del agua, abre las puertas para desarrollar una serie de acciones que permitan ahorrar, reutilizar y reconvertir, sin poner en riesgo la actividad minera, agrícola, turística y de consumo poblacional en nuestra región.

Con un fondo de 1.300 millones de pesos se busca favorecer la investigación y la búsqueda de soluciones con el fin de llegar a un aprovechamiento inteligente del agua dulce.

Este bien se convierte cada vez más en una pieza estratégica para la vida humana, principalmente en nuestro desierto y se busca que todos los actores de la sociedad realicen sus contribuciones mientras se desarrolle este proyecto.

El uso sustentable del agua debe traspasar a toda la sociedad con el fin de cuidar este valioso bien, junto con la búsqueda de nuevas fuentes de agua, como está ocurriendo con la desalación de agua de mar para el consumo humano y para la minería.

Se busca además con esta iniciativa, crear políticas públicas que se extiendan a todo el territorio para generar sinergias que permitan en comunidad ir al rescate de este bien que se derrocha, desperdicia, se tira al mar, que se distribuye en forma desigual y que está bajo el control de algunos determinados sectores.

Debemos comenzar a tener otra mirada sobre este bien que requiere de la protección y cuidado de toda una nación, pensando que es un recursos que se puede acabar y que es indispensable para la vida futura.

Chuquicamata

Para muchos Chuquicamata es grandioso; para los que nacimos, vivimos y trabajamos allá.

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Hoy mi pedazo de desierto, y cerro llamado Chuquicamata está cerca de cumplir cien años, y a punto de desaparecer. Rastros momificados y herramientas, son testigos de los primeros mineros en piques, socavones, quebradas de donde extraían minerales que llevaban a fundiciones cercanas.

Más tarde al gran almacén el Banco Drumond donde daban crédito en herramientas, palas, picotas, frazadas, alimentos para trabajar en las 60 pertenencias mineras. Vivían en medio de la miseria, ni una leve brizna de pasto, ni una flor, algunos caballos y mulas decoraban la inmovilidad del paisaje embrutecido por el viento.

Muchos soldados de la Guerra del Pacífico, se quedaron buscando plata, la misma de Caracoles, pero sólo había cobre. La plata estaba en la mina Haley. A principios de 1900 se supo de la existencia del mineral rico en cobre. Empresarios americanos compraron una por una las pertenencias. Empezaron a transformar las llamperas y pirquenes. Removieron miles de toneladas de piedras, yo vi a tantos hombres que trabajaron de día, tarde y noche dominando al cerro.

Frank Guggenheim construyó ferrocarriles, desarrolló y equipó la mina con palas gigantes de Panamá. Habilitó campamentos, casas, pulperías, hospital, iglesia; se plantaron e hicieron florecer los pimientos, palmeras en la plaza llena de música para que el viento la esparciera. Ellos vendieron Chuqui para comprar las salitreras, perdiendo su capital al descubrirse el salitre sintético. Similar temor existe hoy si el grafeno llegara a reemplazar nuestro cobre.

Chuqui para algunos hoy, es un peladero, quizá similar a cuando empezó. Entonces ¿para que conservarlo? Para otros Chuqui es grandioso; para los que nacimos, vivimos y trabajamos allá.

Esos cerros, esas casas, la iglesia, plaza, pulperías son nuestro patrimonio. Eso nunca deja de ser grandioso y por eso no queremos que desaparezcan. El mañana, avanza a pasos de los camiones, día a día, y todos nuestros ayeres, huelgas, tragedias, alegrías que se han alumbrado, hoy se están extinguiendo de la antorcha de nuestra memoria.