Secciones

La Comunidad de Pirque decidió abrir sus puertas a través de un documental

Cine. La directora, Isabel Miquel, asegura que la película 'completa' la información que ya se tenía de este grupo de personas que enfrentó a la Justicia.

Fotos Plaza Espectáculos

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En abril de 2007, los padres de la profesora de danza Jocelyn Rivas (28) interpusieron una demanda en contra la llamada Comunidad de Pirque, luego de enterarse que su hija había fallecido por una supuesta anemia no tratada luego de dos meses de haber dado a luz, y había sido enterrada en el mismo predio que habitaban.

En ese entonces, se comenzó a hablar de la 'secta de Pirque', la cual tenía una líder -la argentina Paola Olcese, a la que le decían el 'Señor'-, y que escuchaban como si fuera Jesús; que les prohibía ir al médico; que los que ahí vivían habían perdido su voluntad; hacían rituales; y no tenían contacto con nadie.

'Todavía no había una condena y ya se los enjuiciaba como secta y sobre todo como secta peligrosa. Eso es lo que me llamaba la atención', comenta Isabel Miquel, directora del documental 'La comunidad' que se estrena mañana en Santiago, y se exhibirá en el Teatro Condell de Valparaíso los días 11, 14, 18 y 19 de junio; además de en otras regiones del país.

La realizadora añade que esta 'especie de estigmatización' le 'hizo ruido'. A su vez, 'empezaba a leer en la misma prensa que además eran cristianos. Entonces secta peligrosa y cristiana era por lo menos raro, y me daban ganas de verlo con mis propios ojos y conocerlo', comenta sobre la motivación que tuvo para llevar a cabo la producción, que tenía como objetivo mostrar cómo se relacionaban los integrantes del grupo, especialmente durante el juicio que se le seguía a Olcese; Nataniel Requena -pareja de la mujer fallecida; y Roberto Stack, uno de los líderes.

Es así como seis meses después de que estallara el caso, Miquel consiguió entrar a observar y grabar la comunidad, gracias a la ayuda del abogado que los defendía Roberto Celedón. 'En ese momento había un cierto interés de ellos de abrirse un poco más hacia los medios en general, porque estaban muy angustiados por los recursos de protección que habían a favor de los niños y en contra de ellos, además que algunos estaban con la amenaza de que podían perder la tuición de sus niños. Eso me permitió entrar', resume.

En ese entonces, la Comunidad seguía viviendo en Pirque. Sin embargo, a fines de ese mismo año se trasladaron a Lo Zárate (sector que queda en la comuna de Cartagena), debido a que el dueño de los terrenos en la Región Metropolitana terminó con el contrato de arriendo.

Ese cambio estuvo a punto de hacer fracasar el proyecto, pues 'no quisieron que los siguiera grabando'. 'Fueron seis meses en que no me dejaban que entrara a la comunidad y mantuve contacto con solo una o dos personas que nunca rompieron el vínculo conmigo', comenta, hasta que tras una conversación sostenida entre ellos consiguió volver a hacer el registro, una vez ubicados en Cartagena.

Y si bien quizá este fue el momento más duro de afrontar, los tres años que duró el rodaje no estuvo exento de problemas, sobre todo a la hora de cimentar las confianzas para ambos lados. 'Fue difícil ganar su confianza, que bajaran su nivel de prejuicio hacia mí. Yo también los tenía hacia ellos. Pero desde el principio mi intención era tener una mirada lo más desprejuiciada posible. Concebí el documental como un ejercicio de desprejuicio', sostiene la realizadora que tuvo un exitoso paso por Festivales con este trabajo.

El documental en sí muestra lo que sucede al interior de la Comunidad, cómo viven, su relación con el cristianismo, los trabajos que desarrollan, cómo consiguen el dinero, e incluso, su relación con los adolescentes. Sin embargo, no está presente la relación que tiene el grupo con el resto de sus vecinos.

'Solo muestro cuando los niños van al colegio y cómo los conflictuaba de alguna manera no con lo más chicos, sino con los más grandes, con los adolescentes', manifiesta, diciendo que 'hay que ver el documental para entender cómo es esta relación'.

'Yo creo que la invitación para la gente es que vaya a verlo para que se adentre en un ritmo mucho más pausado y paciente para conocerlos, más allá de lo que se pueda observar por los medios', dice Isabel Miguel; agregando que la visión con la que va a salir el público 'suma y completa la información que uno tenía. No es que diga esto es y lo que ha salido no era, sino que es solamente para completar la visión. Al menos esa es mi idea con el documental'.

'Fue difícil ganar su confianza, que bajaran su nivel de prejuicio hacia mí. Yo también los tenía hacia ellos'.