Las ciudades actuales han resultado ser una creación de un sector privado interesado en el beneficio económico y un sector público motivado por soluciones a corto plazo. De ahí que hoy en día muchas ciudades estén colapsadas, contaminadas, con agua y energía limitada, carentes de lo humano y con divisiones sociales, autodefiniéndose como meros centros de consumo de recursos y de generación de residuos de difícil reconversión natural. Todo a causa un explosivo y constante crecimiento de la vida urbana originado en el modelo de vida que sigue hoy en día la humanidad.

No hay que ir tan lejos a buscar evidencia. En efecto, la población de Calama tan sólo hace 100 años era menos de un tercio de la población actual y no existían los problemas que hoy aquejan a la ciudad (al menos en magnitud). Si la ciudad no se interviene de manera integral y constante, pero planificada, está claro que mientras mayor sea el número de habitantes, mayores y más complejos serán los problemas de Calama, que en definitiva se traducen en problemas de salud física y/o mental.

La antítesis, o la solución, es un diseño de ciudad planeado, de largo plazo y que recoja objetivos de ciudad más allá de las autoridades de turno, dado que una intervención en esta escala trasciende cualquier ciclo o color político. Ejemplos exitosos de esto son la transformación que sufrió Barcelona desde una alicaída zona industrial a una capital turística que es hoy en día; o la ciudad de Medellín, que pasó de ser una violenta urbe ligada al narcotráfico a una ciudad modelo en términos de movilidad urbana y sustentabilidad. Esto dos ejemplos no son más que la ejecución de un plan técnico y estratégico para transformar una ciudad en el tiempo y que en Calama ya lo tenemos.

Se debe entender y aceptar que Calama va más allá de planes propios y beneficios inmediatos. La ciudad permanece en el tiempo, nosotros no. Calama en el 2025 debe ser esa ciudad moderna y sustentable, bella, donde la arquitectura y el paisaje satisfagan el espíritu humano y nos haga más felices. Sería nefasto que Calama en el 2025 siga siendo un campamento minero colapsado, contaminado, mudo y sin sonrisas.

Existe suficiente claridad en que el país no puede seguir funcionando de la actual manera, en cuanto a su división político administrativa. El gobierno consciente de ello creó una comisión asesora, la que el último fin de semana sesionó en Calama y en la que se debatieron interesantes puntos, todos tendientes a entregar mayor autonomía a las regiones.

Los planteamientos abordados en la ciudad pasaron por proteger a las zonas productoras a través de royalties o tributos por la extracción minera hasta la elección por votación directa de los intendentes.

El fin es que las regiones cuenten con recursos suficientes para satisfacer sus necesidades y que tengan la autonomía para su administración.

Si bien son sólo algunos de los aspectos de un amplio listado que prontamente debe entregar la comisión a la Presidenta Michelle Bachelet, son los que más debate crearon y los que más interesan a las comunas del norte.

Se concluye que ambos son determinantes para el desarrollo de una zona que se ha estancado en su desarrollo.

Pero de nada servirán si es que no hay un real compromiso de los habitantes de las distintas regiones. Ya no basta con pedir descentralización sino que mostrar y demostrar que están las capacidades para administrarla. Como bien dicen la descentralización parte en las regiones y no sólo con organización y movimientos ciudadanos, sino con propuestas claras respecto a lo que quieren para su futuro.

Debe existir preparación y contar con la asistencia profesional que corresponda. Con proyectos claros y bien hechos, que no sólo apunten a resolver un problema inmediato sino que tengan una visión de futuro. Que sea un legado para la región y para el país.

Entonces es necesario formar comisiones que sean capaces de afrontar este tipo de desafíos. Que puedan debatir la ciudad y la nación que queremos y cómo aportaremos para su creación.

Una mirada distinta que responda a la necesidad de las regiones y que convierta a Chile en un país más pujante, justo e integrador, con una base sólida para encarar el desarrollo.