Siempre se ha justificado la mala costumbre de los alumnos de no esforzarse o preocuparse desde el principio del año escolar, realizando los estudios en el segundo semestre bajo presión de repitencia, con la muy utilizada frase 'como buen chileno dejamos todo para última hora'. Esto le sucede a muchos apoderados y alumnos que esperan activarse en sus responsabilidades y obligaciones escolares después de las vacaciones de invierno. Sabemos como apoderados que al niño le ha ido mal, lo castigamos durante las vacaciones de invierno en algunos casos, y recurrimos a la frase típica 'ahora si que nos vamos a poner las pilas', en otros casos los apoderados tienden a que el niño repase durante las vacaciones las materias reprobadas del primer semestre, de esta manera pensamos que todo se solucionará sin atacar el problema de raíz.

Como psicopedagoga especialista en el área recomiendo a estos padres que se encuentran en estas dificultades, tomar con mayor responsabilidad el papel de guía que nos corresponde desempeñar como apoderados en el diario vivir con los hijos, que ya están en la instrucción escolar, a menudo se les entrega toda esta responsabilidad a los colegios y a los profesores pensando que estos últimos son los únicos responsables de que nuestros hijos adquieran o no los aprendizajes escolares correspondientes a cada nivel, pasando por alto que también se necesita el apoyo de los padres en el proceso de aprendizaje escolar.

Es necesario tomar en cuenta factores tan importantes en el rendimiento de los niños como son los hábitos y técnicas de estudio, herramientas fundamentales para lograr un buen desempeño escolar, preocuparnos desde el principio en que el niño entra al colegio de reforzar hábitos tan simples como revisar los cuadernos, preparar con anterioridad la mochila y el uniforme escolar para el próximo día de escuela, darle la importancia correspondiente a las tareas y a la asistencia, realizar las tareas en un lugar adecuado y libre de distracciones, todas estas medidas son importantes para que el niño empiece a tomar conciencia de las responsabilidades que surgen al entrar al sistema escolar, no es solo asistir al colegio.

Sorprende como un hecho espontáneo de unas pocas personas hoy se haya transformado en un gran cementerio. Nos referimos al lugar ubicado camino a Chiu Chiu, en las inmediaciones del Paredón en recuerdo de los bancarios dinamitados en el año 1981, el que hoy es un inmenso camposanto de mascotas lo que demuestra el fuerte lazo entre amos y sus animales de compañía.

Se estima que ya son cerca de cinco mil las tumbas existentes en el lugar, un sitio muy distinto al de hace un lustro. Ya no es sólo aquel al que llegaban los vecinos a honrar la memoria de los trabajadores que fueron cruelmente asesinados por exagentes de la CNI, también reúne a quienes creen que los animales merecen una digna sepultura más aún si durante su existencia se transformaron en parte de la familia.

Lo que preocupa es que no haya mayor regulación más allá de la que proponen las mismas familias que concurren al improvisado cementerio.

Si bien especialistas y autoridades descartaron algún foco infeccioso, sería conveniente que alguna institución o repartición pública asumiera un rol con mayor liderazgo. Por ejemplo, es necesario que el sitio de recuerdo de los dinamitados se mantuviera mejor protegido y que las tumbas no estuvieran tan cerca. Esto por respeto a familiares y amigos que en algún momento necesitan recordar a sus seres queridos.

Pedir más sería casi imposible, porque en lo inmediato nadie querrá absorber el costo de mantención de un espacio al que deben dotar de agua potable, electricidad y mínimas condiciones higiénicas. Aunque no es descartable que algún concesionario pueda poner en marcha un proyecto de cementerio de mascotas.

Por el momento entregar las recomendaciones para evitar infecciones y también resguardar el sitio de los dinamitados y no invadirlo, porque espacio hay para futuros entierros.

Y tal vez reflexionar sobre el mensaje que entregan estos calameños respecto al amor que le demuestran a los animales. Si sentimientos así se repitieran no viviríamos la actual sobrepoblación canina.