Mala utilización de líneas de emergencia
Hay diversos organismos en una ciudad que trabajan en la atención de emergencias, donde el tiempo y la información veraz son claves para dar un buen servicio. Entre ellas están los servicios policiales, el de ambulancia, bomberos, oficinas de emergencia ciudadana, entre otros.
Los más afectados son los Bomberos, donde un 90 por ciento de los llamados que reciben son falsos o bromas, lo que no sólo provoca pérdidas económicas, sino que muchas veces se deja de atender a otras personas que realmente necesitan ayuda urgente.
Para cualquier persona con un mínimo de sentido común esta situación parece inconcebible, pero lamentablemente ocurre mucho más de lo que uno podría pensar. Personas ociosas y sin criterio que no dimensionan el daño que están provocando, generan un grave problema para las entidades que están disponibles para ayudar a la comunidad.
Y ninguna escapa de esta situación, provocando que los esfuerzos se desvanezcan en pitanzas, mentiras o bromas del mal gusto. En el caso de Carabineros, el 60 por ciento son falsas, y en la central de ambulancia un 30%.
Al respecto, el diputado Felipe Ward ha ingresado un proyecto ley para sancionar a quienes cometan este tipo de acciones fraudulentas, lo que sería un primer paso para poder detener este tipo de llamadas que se están convirtiendo en un dolor de cabeza para los servicios de urgencia.
En el caso de Carabineros, reciben cerca de 500 llamadas diarias al 133, pero más de la mitad no corresponden a casos de urgencia o alarma, por lo que se distrae personal en servicio y gastos de recursos.
Otra situación lamentable es que muchas de esas llamadas son insultos o bromas que también perjudican el buen funcionamiento del sistema, que en determinadas horas funciona con personal restringido.
Los padres y profesores debieran tocar este delicado tema con los menores para que tomen conciencia de los problemas que generan estos llamados.
De esta manera se podrán reducir estas falsas alertas que en una sociedad más civilizada resultan inconcebibles, pero que sorprendentemente se producen a diario en Calama.